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NOMBRE Y APELLIDOS > POR LUIS ORTEGA

Michael Sarrazin

   

Vivió una década gloriosa durante la cual participó en memorables filmes y compartió cartel con grandes nombres de Hollywood. Michael Sarrazin (1940-2011) se inició en grupos independientes de Quebec y, en 1960, emigró a Estados Unidos y fue admitido en el prestigioso Actors Studio de Elia Kazan, a la vez que colaboraba en series y programas de televisión. Allí le descubrió William Hale que le ofreció su primer papel en Duelo en Abilene (1967), western localizado tras la Guerra de Secesión, e Irving Kershner le incluyó en el casting de “Un fabuloso bribón”, con George C. Scott y Sue Lyon. Un año después, Sydney Pollack (1934-2008), que había adquirido los derechos de la novela ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy. y fichado al guionista James Poe, lo eligió para su producción más seria y convincente hasta entonces, un drama coral con personajes sin futuro y al borde de la caída, que compiten en un maratón de baile, en un galpón cerrado y por un premio de mil quinientos dólares, hasta el límite de su resistencia física.

Con la espléndida Jane Fonda de partenaire, Danzad, danzad malditos (1969), consiguió ocho nominaciones al Oscar, pero a los electores la denuncia de las secuelas de la Gran Depresión les pareció provocativa y optaron por Oliver, melodrama musical sobre el relato de Dickens, conducido por Carol Reed; la gran Katharine Hepburn y el mediocre Cliff Robertson se alzaron sobre la Fonda y Sarrazine.

Después, añadió otros hitos a su brevísima y digna filmografía, entre los que destacan La gata en la terraza (1969), con la veterana Eleanor Parker y dirigidos por David Lowell Rich, y ¿Qué diablos pasa aquí? (1974), una dinámica comedia de Peter Yates, con la extraordinaria Barbra Streisand. En ese ciclo dorado Harvey Hart juntó al galán larguirucho, de mirada profunda y rictus amargo, con la bellísima Jacqueline Bisset; el resultado fue La playa y una intensa relación sentimental que duró tanto tiempo como la fama del artista canadiense, un referente para los cinéfilos y un incordio para las productoras que no buscaron o encontraron historias y papeles adecuados a su fisonomía y peculiares dotes expresivas. Desde entonces se limitó a colaboraciones televisivas y alguna que otra intervención en películas de serie B, costosamente conseguidas por su representante. Cuando tecleo estas líneas, suena de fondo el ruido de un concurso – de resistencia, como el de Pollack – y, antes, el telediario había desgranado datos de la crisis que nos afecta y dónde todo vale para sobrevivir mañana y, con suerte, pasado mañana.