La maldición de Apolo convirtió a Casandra en una adivina certera pero eternamente desoÃda. O eso contaban los griegos. Casandra daba en el clavo cada vez que hablaba, pero no la creÃa ni Zeus. Antes de que la burbuja inmobiliaria explotara, demostrándonos que estaba hecha de chicle (dulce, frágil y malo para los dientes), hubo casandras que avisaron de que aquello reventarÃa por las costuras más temprano que tarde. E igual que a la profetisa, nadie les creyó. Sobre todo porque a muy pocos les convenÃa creer a aquellos aguafiestas con estudios y sentido común.
Ausbanc puede ser la siguiente Casandra, porque ya ha adelantado que unas 20.000 familias canarias pueden perder su vivienda en los próximos años por impago de sus hipotecas. No se me hace concebible la cantidad de dolor y desdicha que puede instalarse en una familia obligada a abandonar su hogar y a seguir acumulando deuda con el banco al mismo tiempo. Hemos sido vÃctimas de una mentalidad colectiva que presiona hacia la compra de la vivienda, como si el alquiler fuera de pringados, del dinero barato, y de una banca que daba hipotecas con simpar ligereza.
Empaquetar tu vida, volver (más estrechos) a casa de tus padres, en paro y con cargas, renunciar al sueño de la normalidad de clase-media… qué haremos cuando eso le suceda a tantos miles de conciudadanos. Si nos parece que ahora estamos con el agua al cuello, más vale que nos hagamos a la idea de que el agua va a llegarnos a dos milÃmetros de las fosas nasales.