X
SANTA CRUZ >

Ecos de un desarrollo sostenible

   

La iniciativa se ha diseñado para desarrollarla, en un principio, en el barrio de El Toscal. / FRAN PALLERO

NANA GARCÍA | Santa Cruz de Tenerife

En tiempos de carestía económica, de derechos y valores sociales es esencial buscar nuevas fórmulas para contribuir al desarrollo sostenible.
El reto de las ciudades del siglo XXI radica en poner en valor la creatividad (I+D+i), especialmente en un contexto económico desfavorable, y para ello es imprescindible lograr unos niveles adecuados de calidad de vida a través de propuestas innovadoras. El huerto urbano. Un recurso económico de integración social y medioambiental es un proyecto ideado para El Toscal, un barrio histórico de la capital tinerfeña, por Carol M. Cabello (Santa Cruz de Tenerife, 1975), especializada en diseño de espacios, desarrollo rural y educación ambiental, siguiendo “un impulso” de querer implicarse con su entorno comunitario y urbanístico. Esta iniciativa tiene el objeto de recuperar y rehabilitar solares en desuso de forma temporal para convertirlos en lugares de cultivo, siguiendo la “idea de revalorizar, a nivel visual y social” esta zona de Santa Cruz.

Los “usuarios del espacio”, según este proyecto, serían niños en edad escolar, el barrio cuenta con cuatro centros educativos; desempleados, a través de un taller de empleo; y el colectivo de la tercera edad. Siguiendo un criterio ecológico, aprenderán a través de una actividad lúdico-educativa las técnicas de cultivo (en mesas o tradicional, servicio de compostadores vecinales de abono, contenedores de utillaje o recogida de aguas pluviales) de la agricultura, una práctica económica y cultural antigua.

Esta manera de aprovechar el escaso suelo de cultivo que ofrece la ciudad para producir hortalizas, verduras y algunas frutas para consumo comunitario cuenta con el respaldo de la Asociación de Vecinos Luz y Vida, a través de la Casa Pisaca, así como del equipo multidisciplinar de Espaciosos, “una idea empresarial no formalizada”. “En proyectos de esta característica, las ideas, para que tengan efectividad y buen funcionamiento, deben ser tratadas horizontalmente, no verticalmente”, argumenta Carol M. Cabello, quien comenzó promocionando la iniciativa con una serie de charlas a los vecinos. La promotora del proyecto explica que durante el pasado mes de febrero, a iniciativa de los propios toscaleros, se llevó a cabo una recogida de firmas por el barrio con un resultado de 200 rúbricas de apoyo.

Cualquier nueva aportación por parte de los ciudadanos santacruceros debe ser acogida con el mayor interés, porque se trata de una actividad que fomenta la participación ciudadana y al mismo tiempo impulsa el desarrollo sostenible a través de la transmisión de “valores que motiven a los ciudadanos de la capital a sentir interés y preocupación por conservar la biodiversidad y los hábitats naturales de las especies hortícolas y autóctonas”.

“La gente tiene que sentir suya la ciudad -indica Cabello- y una manera de hacerlo es a través de la participación y el encuentro”. Para esta santacrucera, con vínculos personales y profesionales en este barrio, El Toscal posee unas características bastante peculiares, porque es un núcleo poblacional “con solera”, declarado Bien de Interés Cultural desde el año 1994, y por su ubicación “en el centro de la ciudad, con una situación estratégica en la puerta de entrada de la ciudad” a través del puerto. Lo que en su momento fue una ciudadela de miembros de la clase obrera aspira hoy a cambiar su estética con una plantación comunitaria. Con ello sus vecinos contruibuirán a mejorar la seguridad alimentaria con una “dieta saludable”, al tiempo que se reducen los costes. Además, “si hay un excedente, se puede prever montar un pequeño quiosco para vender los productos”. Una propuesta creativa para momentos difíciles.