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SIN COMPLEJOS > FERNANDO FERNÁNDEZ

Laguneando

   

Lagunear es lo que hacía el recordado Leocadio Machado cuando en muchos de los cientos de artículos publicados en estas páginas durante años, nos deleitaba con historias de hechos y personajes tan típicamente laguneros. Como hubiera disfrutado ahora, paseando por las calles y plazas de esta rejuvenecida Ciudad de los Adelantados, que es lo que hago yo ahora.

Días atrás me encontré con un viejo amigo, Guillermo Graham, con quien hice el servicio militar en aquellas milicias universitarias de la IPS en el campamento de Los Rodeos. Graham fue alcalde de Tacoronte y como buen municipalista, nuestra conversación derivó pronto a lo hermosa que está La Laguna, más allá de banderías políticas. Charlamos un rato paseando por el Camino Largo y de pronto me hizo notar lo limpia que está la ciudad, en la que en sus calles no se ven papeles y basuras acumuladas en los bordillos de las aceras y en las esquinas, en la que no se ven “ni cagadas de perro”, me dijo de repente y, efectivamente, no las había.

El pasado martes, día 3 de mayo, las calles estaban animadas y llenas de gente, mucho más de lo habitual. Como era festivo en Santa Cruz, los chicharreros vinieron para La Laguna, aprovechando el día soleado que tuvimos y las comodidades de trasporte que proporciona el moderno tranvía. Quien diría que los chicharreros, sobre todo los mas jóvenes, se harían asiduos visitantes de La Laguna, rompiendo con una tradición que imponía que fueran los laguneros quienes bajaban hasta Santa Cruz.

De pronto, mientras paseaba, vino a mi memoria una conversación que tuve hace muchos años, allá por la década de los setenta con don Manuel Morales, un médico palmero que ejerció su profesión en Tazacorte; era don Manuel un sabio de la medicina y de la vida, al que yo visitaba con frecuencia por consejo de uno de mis maestros, el hoy beato Eduardo Ortiz de Landázuri. Al despedirme de él en Pamplona, don Eduardo me dijo “no deje usted de hablar siempre que tenga ocasión con don Manuel Morales”, Y eso hacía yo cada vez que iba La Palma.

Eran unas conversaciones que empezaban temprano, cenando un pescadito fresco en el Puerto de Tazacorte y terminaban a las tantas de la madrugada, a veces cuando el día empezaba a clarear y los primeros pescadores salían en sus falúas a faenar en la mar. En una de aquellas conversaciones en las que tanto aprendí, don Manuel me habló de la idiosincrasia del chicharrero, para quien, según él, el campo empieza en El Fielato. De ahí p’arriba, me dijo una noche el sabio médico palmero, para el chicharrero todos son magos. Las cosas hoy son distintas, tan distintas que el 3 de mayo, Día de las Cruces, se vienen a Aguere a pasear por las calles laguneras.

Así, laguneando entre recuerdos, crucé la Plaza del Adelantado y llegué hasta el edificio de Correos, donde tenía que hacer una gestión y allí me tropecé con una estatua del Hermano Pedro, por el que tanta devoción siento. La estatua está situada en un lugar impropio, algo escondida por la parte trasera del edificio.

Creo que bien haría el consistorio lagunero, si cuando pasen estas semanas de campaña electoral considera el cambio de ubicación de esa estatua para colocarla, por ejemplo, en algún lugar de la pequeña plaza que da acceso al mismo edificio de Correos, mucho mas digno que el actual emplazamiento. Mejor pensado ahora, tal vez la mediación del Hermanito Pedro, como lo llaman en La Antigua Guatemala, consiga que mejore el funcionamiento del servicio de correos, una de las cosas que peor funcionan en La Laguna. De ello hablaré otro día.