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Louis Pasteur, un químico entre médicos

   

DANIEL GARCÍA VELÁZQUEZ * | SANTA CRUZ DE TENERIFE

Louis Pasteur ocupa un lugar único en las ciencias biológicas y médicas por la novedad y desarrollo de sus métodos, y por la trascendencia de sus descubrimientos. Y, aunque por formación no era biólogo ni médico, sino químico, su vocación, entusiasmo e inteligencia posibilitaron que una sola persona pu-diera resolver, entre otros, los secretos de muchos fenómenos biológicos importantes.

Este químico francés desempeñó un papel fundamental para el desarrollo en ciertos campos de la ciencia como el estudio de los microorganismos y su in-fluencia directa en las enfermedades (como la septicemia, el cólera, la difteria, la rabia, la tuberculosis y la viruela), para cuyo remedio consiguió la creación de vacunas que preparaban al organismo para superarlas o logró la invención de un proceso para eliminar los gérmenes (pasteurización).

Además, abordó y resolvió un enigma que se había resistido a los grandes científicos del siglo XIX, la racemización del ácido tartárico, sentando las bases en el campo de la Estereoquímica. Comprobó, a partir de sus efectos ópticos, las formas (isómeros) que presentan las moléculas orgánicas.

Pasteur llegó a una extraordinaria conclusión, contraria a lo hasta entonces establecido en aquella época sobre los seres vivos: es posible la vida en ausencia de aire, en condiciones anaerobias, de lo que también se derivaban importantes consecuencias prácticas. Ello le lleva a dedicarse con gran tenacidad a la postulada existencia de la generación espontánea, demostrando que las generaciones espontáneas se debían a la contaminación de los líquidos de cultivo con gérmenes del aire. Sus sencillas técnicas para evitar la contaminación fueron, sin duda, el origen de las de esterilización de los medios de cultivos y posibilitaron el nacimiento de una nueva ciencia de gran importancia teórica y práctica, la Microbiología, a la que le dedicó un gran tratado.

En el campo de la medicina desarrolló extensos estudios, relacionando gérmenes y enfermedades. Se entusiasmó con las lecciones de Fisiología que impartía el padre de esta ciencia, Claude Bernard, en el College de France. Descubrió las causas y buscó soluciones para dos enfermedades que afectan al gusano de seda, la pebrina y la muscardina. Pero, sobre todo, consiguió esclarecer el papel de los microbios en las enfermedades contagiosas de los animales y hombres, concibiendo que están ocasionadas por la intervención de gérmenes microbianos que logran penetrar en el organismo. Ello supuso intensas discusiones en la Academia de Medicina de París, que lo enfrentaron con los médicos tradicionalistas, incapaces de admitir que un químico poseía la verdad médica.

Otro de sus éxitos en este campo fue la caracterización del germen del carbunco (ántrax), el Bacillus anthracis, continuando con el cólera de las gallinas, la obtención de una vacuna eficaz contra el carbunco, o su más conocida y brillante consecución, la de la vacuna contra la rabia. La extensa labor de Pasteur abrió camino a otra nueva ciencia, la Inmunología. Gracias a las vacunas hoy día es posible prevenir unas 30 enfermedades, entre ellas el sarampión, la poliomielitis y la difteria.

*Doctor en Ciencias Químicas, Universidad de La Laguna, Instituto Universitario de Bio-Orgánica Antonio González