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LÍNEAS DE MÁS > GERARDO DANIEL SETTECASE

Chávez o el Dormilón

   

Resulta actualmente difícil encontrar un país institucionalmente tan inestable como para que no acepte con naturalidad una crisis como la enfermedad o la muerte de su primer mandatario. Así ha ocurrido inclusive en casos tan especiales como la Argentina de la década del setenta del siglo pasado, donde pese a la hegemonía del partido Justicialista y el fuerte liderazgo de su presidente, Juan Perón, tras fallecer este en 1974, pudo ser reemplazado -malamente por cierto-, sin necesidad de ocultar deceso y enfermedad previa.           
                                                                                 
Pero este no es el caso de Venezuela, como no lo ha sido un par de años atrás en Cuba. La fuerte personalidad y presencia omnipresente del líder carismático, léase Hugo Rafael Chávez Frías, llevada al paroxismo de un semidios bajado del Olimpo, que ha impuesto a sus acólitos la creencia en esa descendencia divina, tanto como su supuesta inmortalidad y por consiguiente lo innecesario de elegir un delfín o al menos una estructura partidaria que reemplace el día de mañana a su persona y a los fundadores de su “movimiento revolucionario que está produciendo los cambios que necesita Venezuela”, han llevado a su partido político y los integrantes de su Administración a ocultar la verdad acerca de su estado de salud y tratarla como cuestión de Estado.

Como si Venezuela enfermara junto con Chávez, o muriera junto con Chávez. La actual situación de incertidumbre que vive Venezuela acerca del estado de salud de su presidente, nos recuerda la brillante película de Woody Allen El dormilón, en la que tras la muerte en un atentado del líder -el Jefazo-, solo queda su nariz, y el resto de su Gobierno tras ocultar el suceso a la población, intenta clonarlo a partir de este apéndice para, con tal resurrección, impedir el derrumbe de esa falsa sociedad modélica.             
                                                                                                                           
En Venezuela no hay una fuerza opositora armada como en El dormilón, y por tanto Chávez no ha padecido un atentado excepto el natural a todos los hombres y mujeres, que es aquel que nos inflingen los años, lo que este no acepta autoconvencido de que es un semidios inmortal.

Lo que si hay es una corte de adulones cercana a Chávez tan aterrada por el riesgo de perder poder y prebendas, como los miembros del Directorio que rigen los destinos de esa sociedad falsamente modélica de El dormilón. Casi tan falsamente modélica como la Venezuela de un Chávez en la que, previendo el caos de poder que podría devenir ante su falta, hasta la oposición venezolana debería desear que vuelva pletórico de salud.

gerardoctkc@gmail.com