Llegamos hoy a la formación de los ayuntamientos, como primer paso del ordenamiento institucional de las Islas, tras un proceso en las últimas semanas, desde las elecciones del 22 de mayo, que se ha visto sometido a tensiones y pugnas que, si bien resultan lógicas desde la perspectiva del mundo polÃtico, parecen escandalosas para los ciudadanos por muchos conceptos.
Salvo excepciones, no se ha sabido transmitir la impresión de que una polÃtica de pacto se basa en el objetivo de la búsqueda del bien común, sino del logro personal del poder. Hay un caso paradigmático; el de Santiago del Teide, donde el portavoz del PSOE local y concejal electo, Inocencio Doble, anunció, apenas conocido el resultado electoral, que le darÃan su apoyo al candidato del PP, Juan Damián GorrÃn, para la AlcaldÃa.
No esperó siquiera que su partido se pronunciara, sino que estimó que los votos no son del PSOE, sino suyos. Tanto como que informó a los medios que tomaba para él la Tenencia de AlcaldÃa de Urbanismo, seguramente llevado por su voluntad de servicio en un municipio de fuertes perspectivas de desarrollo en esa materia y donde se manejarán grandes presupuestos. Y, claro está, anunció que asumÃa también la ConcejalÃa de Asuntos Sociales, que no sólo proporciona la imagen de interés por los más necesitados, sino que es un área que permite colocar o ayudar a un buen número de cercanos sin exigir demasiada cualificación.
No podÃa argumentar que su veloz reacción era consecuencia del impulso de sacar a Coalición Canaria de las instituciones, que dicen algunos de sus correligionarios que los anima, porque el candidato del PP, Juan Damián GorrÃn, precisamente habÃa sido el anterior alcalde con CC y protagonizó un caso de transfuguismo poco antes de los comicios. Lejos de sacarlo, el señor Doble, lo confirma para un nuevo mandato bajo otro paraguas, más conservador. Vale, pero ¿hay ahà coherencia ideológica, objetivo de bien común…?
En las últimas semanas el clima polÃtico se ha ido enrareciendo y las acciones en muchos casos aparentan moverse por intenciones poco nobles, y la demagogia ahoga a la responsabilidad y a las ideas. No sé si será posible revertir esta atmósfera en el futuro, pero serÃa conveniente revivir la cultura polÃtica seria y responsable y reconstruir una imagen prestigiosa de ella ante los ciudadanos.
Un territorio se puede considerar como de-sarrollado cuando lo social se destaca junto a lo económico, cuando hay voluntad auténtica de disminuir las desigualdades y de rebajar las tensiones de la sociedad. Y eso sucede cuando la clase polÃtica es ejemplar y da ejemplo. Y si tomamos el caso de Santiago del Teide, por no coger otros notorios, se percibe como comportamientos de este tipo difÃcilmente pueden considerarse ni elogiosos, ni ejemplares. Y si no son asÃ, sencillamente son malos y rechazables.