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RETIRO LO ESCRITO > POR ALFONSO GONZÁLEZ JEREZ

Sicarios

   

Escucho la menuda lluvia de naderías de Rodríguez Zapatero en el Congreso de los Diputados, el chipichipi impostadamente melancólico de su despedida, y solo me desperezo cuando, hacia el final de la cansina perorata, el presidente proclama solemnemente que la democracia representativa debe decidir el destino de los pueblos y no los mercados. Este es el mismo Rodríguez Zapatero que hace tres días apoyaba ardientemente el plan de rescate a Grecia y advertía a los diputados helenos que la Comisión Europea tomaría “buena nota” si no apoyaban todos, como un solo suicida, el plan de confeti presupuestario del primer ministro Papandreu.

Esta actitud retórica de Rodríguez Zapatero no es simplemente una expresión de cinismo. No es una mal zurcida mentira de tapadillo. Es un monumento al fracaso de una socialdemocracia que no sabe dónde meterse sin que se note en lo que está metida hasta el cuello: en un proceso terminal de desindentificación. Lo único que desesperadamente práctica Rodríguez Zapatero es agarrarse a un discurso cuyas políticas contradice desvergonzadamente. Es el suyo un lenguaje autorreferencial que nada tiene que ver con la realidad. Como el de un buen esquizofrénico o el de un mal novelista. Me recuerda al de un jefe mafioso neoyorquino: “Sí, yo mato, extorsiono y pego palizas, pero oiga, sé que la gente sufre y soy uno de ellos”. Mientras discurseaba Rodríguez Zapatero se agolpaban en los alrededores del Parlamento griego varios miles de personas, cada uno, con un policía armado buscando su ardiente sombra.

Lo de Grecia es la proyección de una chifladura inconmensurable. Por supuesto, responde a una lógica interna, la de los bancos y fondos de inversión que quieren cobrar sus préstamos. Pero es pura realidad manicomial: también en los frenopáticos existe un orden contable. También en los manicomios pueden encontrarse chiflados que escriben sonetos, lexicógrafos eminentes, tecnólogos prometedores. Aumentar los impuestos, reducir brutalmente los sueldos y desmontar los servicios sociales en un país en estado de coma económico equivale a arrasarlo para siempre, sembrarlo con fuego y sal, como hicieron los romanos con Cartago. La monstruosa deuda de Grecia es -todos los saben- impagable, por muchos artificios financieros que perpetren alemanes y franceses. La codicia lleva a los bancos y a los fondos de inversión a estrangular a una nación pauperizada. Reciben dinero a un precio irrisorio del Banco Central Europeo para adquirir deuda griega a un interés estratosférico. Su negocio es reventar Grecia y Durao Barroso y sus compinches actúan como sicarios con corbatas de seda. Si esto no tiene alternativa es que esto no merece llamarse democracia. Ni Unión Europea.