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“Los playeros somos personas serviciales y algo reservados”

NICOLÁS DORTA | GUÍA DE ISORA

Vuelve el silencio a la playa. El bullicio de agosto se ha ido. Las familias que bajaban a refrescarse de las medianías los domingos, abarrotando la orilla, ya no están. Septiembre deja el cuerpo y la marea en calma. Es un mes para los que han tenido paciencia. Sólo quedan en la arena dormida los turistas, y los que no pueden vivir sin el mar.

José Rivero recuerda cuando la playa era toda de callaos. Ahora asoman la mayoría, invencibles ante la arena impuesta. “No podemos hacer nada en contra del mar”, dice el concejal de Deportes de Guía de Isora. “Pero la playa ha mejorado mucho, y sobre todo viene más gente en todo el año”, afirma mientras toma un jugo de melocotón en el bar del paseo.

Rivero se crió entre salitre. De familia de pescadores, conoce las mareas y a su pueblo. “Somos gente servicial, aunque algo reservada”. Así se define. No le gusta llamar la atención, pero no para de saludar a los que pasan. Es joven y es el nuevo concejal, del pueblo, que estudió Automoción en Guía. No estaba afiliado al PSOE, pero no hizo falta, simpatizaba con el equipo de Pedro Martín, conocía a Héctor Gómez, concejal de Desarrollo, de jugar a fútbol. Rivero ha jugado en Guía de Isora y nadado en la playa, de grande y de chico. Ahora tiene 38 años y ganas de hacer cosas por el pueblo, dice.

Al acabar el paseo, en el horno de la cal, Rivero recuerda que allí estaba la vieja fábrica de conservas, donde trabajó su padre. “El día de San Juan muchas familias iban a celebrarlo a la fábrica”, afirma. Ahora este lugar tiene la gran playa de callaos y la memoria de muchos vecinos sobre el envasado de pescado. También hay un camino que lleva a las aguas cristalinas de Agua Dulce, el último destino de estas playas, donde hay una Ermita. Rivero considera que la playa de San Juan ha cambiado mucho y que le espera un futuro prometedor. El sector pesquero ya no coge tanta mercancía como antes, pero vive. En la playa la cofradía Nuestra Señora de la Luz tiene su lugar y su sentido.

Dice que la renovación del paseo y de la playa ha supuesto un revulsivo. Cuando niño, evoca, solo existía el muelle viejo, allí jugaban con los demás chicos del pueblo a los que saluda de adulto. Allí nadaban acostumbrados a los callaos y a ver los barcos descargar las sardinas, los chicharros o el atún.

El turismo es la esperanza. “Hay que ir poco a poco, dar tiempo al tiempo”, afirma Rivero. Detrás de la cafetería del paseo todavía hay una finca de plataneras. En unos años será la entrada a dos hoteles de lujo. Ese espacio será una zona pública con un parque. Los hoteles de cinco estrellas se suman al Abama. Costa San Juan se denomina la zona. “Lo importante no es tener demasiados hoteles, sino pocos y de calidad, y va a significar para el resto del municipio un cambio sustancial, con un turismo de calidad”, comentó. Aboga por vincular el mundo marítimo al deporte. La Escuela de Vela funciona bien, aclara, y quiere fomentar el buceo.

Se acaba el aperitivo. Avanza por el paseo hacia playa chicha. Allí se bañan mayores y niños. La joven que leía en la arena por la mañana ya abandona. Rivero saluda a la dueña de un restaurante. Se dirige al coche, aparcado frente a la cofradía pesquera, ya en pleno muelle nuevo.