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sociedad

No es la oveja negra, padece TDAH

   

INMA MARTOS
SANTA CRUZ DE TENERIFE

“Al principio del curso escolar, no les decía a los maestros lo que ocurría porque queríamos ver qué pasaba, dar un margen de confianza, pero yo siempre era la primera a quien llamaba la tutora de mi hijo”, comenta Almudena Reguero. Por supuesto, en las reuniones no le comunicaban nada que su madre no supiera: “Adrián no está atento, es inquieto, olvidadizo, revoltoso, despistado…, en definitiva, un desastre”.

En ese momento, con ocho años, ya estaba diagnosticado de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, (TDAH). No se conoce muy bien el patrón de disfunción de esta enfermedad pero, según diferentes estudios, entre el 4 y u 16 por ciento de los niños de entre 6 y 14 años podrían estar afectados de este trastorno.

Debido a la imprecisión del diagnóstico, basado en criterios subjetivos, las cifras de prevalencia que se sugieren en las publicaciones son muy variables. Pero algo en lo que si están de acuerdo los científicos, es que es una de las causas más importantes del fracaso escolar. Según explica Reguero, “estos niños suelen ser la oveja negra de la clase, muchos se sienten un desastre y tienen la autoestima baja”.

Cuando Adrián cumplió un año y empezó a caminar, “ya era como un rabo de lagartija; muy activo. Se relacionaba bien pero no se podía estar quieto, se descontrolaba”. Y asegura Almudena que “si teníamos que viajar, lo primero que buscábamos en el lugar de destino era dónde estaba el hospital más próximo, dada su tendencia a padecer accidentes”. “Son niños que actúan y luego piensan; irreflexivos, que se meten en problemas continuamente”.

Almudena ya sospechaba que ella misma podría haber padecido TDAH toda su vida sin que a nadie de su entorno se le hubiera ocurrido. Comenta que “era distraída, traviesa, bichillo, pero para mí y para los demás pasaba desapercibido, al menos como trastorno”.

Con Adrián, Almudena no lo pasó por alto, cuanto menos cuando al nacer su segundo hijo, Alberto comenzó a revelar un comportamiento similar al de su hermano. En ese momento, la situación “te sobrepasa”, porque ya no puedes prestar la misma atención a los dos. Entonces es cuando acude a un psicólogo infantil y a un psiquiatra en donde les hacen algunas pruebas relacionadas con “los niveles de algunas hormonas, de proteínas, aminoácidos, un encefalograma y les diagnostican la enfermedad”. Una de las dificultades para este diagnóstico es que “algunos de los síntomas pueden confundirse con comportamientos naturales de los niños, pero en este caso, no había dudas”, afirma. “Mis hijos salían de casa de punta en blanco y regresaban desaliñados, lo perdían todo, alguna vez, incluso, los zapatos”, asegura.

Del que hablamos es el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, pero además, existe el trastorno por déficit de atención sin hiperactividad y el trastorno por déficit de atención. Éste último es una mezcla de los dos anteriores. El segundo, por otra parte, tiene la peculiaridad de que la inatención se agrava, “como si existiera un mundo paralelo que despertara su interés mucho más que el nuestro”.

El psiquiatra les prescribe a Alberto y Adrián un fármaco denominado metilfenidato; un medicamento estimulante que actúa para producir dopamina, una sustancia que se encuentra de forma natural en el cerebro. Para Almudena y su marido, los resultados del mismo no fueron los esperados ya que, según explica, “las diferencias eran mínimas en comparación con antes de tomarlo”. Así que prescindieron de su ingesta, intentando encontrar terapias psicológicas para controlar los hábitos y otros remedios naturales. A los padres es a quienes dedica lo que ella considera sus consejos más importantes: “Con el tiempo, si se trabaja, se puede tener una vida normal”. Buscar ayuda y mantener unas norma estrictas ayuda mucho, así como no “sentirse culpables de que sus hijos tengan el trastorno”. Sostiene que “tampoco es bueno sobreprotegerles y que hay que trabajar cada uno de los aspectos de uno en uno y priorizando”.

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Hijos hiperactivos

La historia de estos personajes está en un libro: Mi hijo es hiperactivo y distraído, de ediciones Bohodón y su autora es la propia protagonista Almudena Reguero y su familia, quien ha querido trasladar su experiencia y cada uno de los métodos que le han ayudado a vivir con su propio trastorno y el de sus hijos, con el fin de ayudar a los padres que se encuentren en la misma situación.

En el caso de Adrián, no sin dificultades, ya se encuentra en la universidad y Alberto va camino de ello. Según explica en la sinopsis del libro, “los niños con TDAH pueden ser desesperantes, aunque no debemos olvidar que ellos no tienen la culpa de padecer este trastorno. Ellos necesitan nuestro apoyo, cariño y comprensión para superar todas las dificultades que se presenten en su camino. Si trabajamos con ellos, no solo conseguiremos unos resultados sorprendentes, sino que además, crearemos un vínculo con ellos difícil de romper”.

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