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El parto breve pero intenso del Teneguía

   

La erupción del Teneguía se convirtió en un espectáculo de la naturaleza que atrajo a numerosos visitantes hasta Fuencaliente. / JUAN JOSÉ SANTOS

DAVID SANZ | FUENCALIENTE

A pocas semanas de que se conmemore el cuarenta aniversario de la erupción del volcán de Teneguía, que afloró el 26 de octubre de 1971, Canarias afronta una crisis sísmica en El Hierro que puede ser el preludio de un acontecimiento similar al vivido en el municipio de Fuencaliente. Pasado y presente se encuentran estos días inevitablemente para dar fe de la naturaleza volcánica de las islas.

La cercanía en el tiempo (40 años en cifras geológicas es un suspiro) entre ambos fenómenos, sitúa al Teneguía como un posible referente para analizar lo que está sucediendo en El Hierro y, en especial, para intentar predecir en parte su comportamiento. La erupción de los volcanes va acompañada de una sismicidad previa, como la que se está produciendo en El Hierro y, en su momento, vivió también La Palma. No obstante, parecen obedecer a patrones diferentes y la información de esta fase previa del Teneguía difícilmente puede dar pistas en este sentido.

Carmen Romero Ruiz, profesora de Geografía de la Universidad de La Laguna y experta en la historia del vulcanismo en Canarias, explicó en declaraciones a este periódico que “el Teneguía, de todos los volcanes de La Palma, es el que tuvo la fase pre-eruptiva más corta, duró nada más que una semana”. En la mayoría de los volcanes esa fase suele ser bastante más prolongada. Por ejemplo, se especula con que el movimiento sísmico que ocurrió en 1936 en La Palma fue un precedente de la explosión del volcán de San Juan que se produjo en 1949, es decir, trece años después.

“El problema de lo que pasa en El Hierro es que es la primera vez que pasa. Desde que está instalada la instrumentación para vigilancia volcánica han habido pequeñas crisis como las de 2004 o 2009, pero con la rotundidad que se está manifestando es la primera vez. La falta de referentes dificulta poder interpretar”, comenta Romero.

Una circunstancia que también recoge el geólogo Juan Carlos Carracedo en el prólogo a la obra El volcán de Teneguía, del periodista Juan Carlos Díaz Lorenzo, donde asegura que “los sismómetros que se instalaron apresuradamente en las inmediaciones del volcán no aportaron información válida, perdiéndose la única ocasión de analizar un parámetro efímero como es la actividad sísmica asociada al volcanismo de Canarias”.

Pese a no ser prolongado en el tiempo, los movimientos sísmicos en La Palma fueron de mucha intensidad y frecuencia a partir del 22 de octubre. De hecho, según recuerda Romero Ruiz, en la estación hidrofónica norteamericana de Puerto Naos, que fue donde se tuvo constancia de los primeros movimientos, se llegaron a detectar en un día más de mil sacudidas, mientras que en El Hierro cuando más se han registrado son sobre 450 en agosto. “La crisis sísmica del Teneguía empezó muy pocos días antes, pero hubo más terremotos que los que hay en El Hierro”. Asimismo, dijo que la sensibilidad de los hidrófonos, que dieron “el primer registro instrumental del Teneguía”, es inferior al de los sistemas actuales.

Crónica

DIARIO DE AVISOS, que todavía se editaba en Santa Cruz de La Palma, fue testigo privilegiado de este acontecimiento y, en especial, el joven fuencalentero Octavio Santos, que empezaba a hacer sus pinitos en el periodismo y tuvo la oportunidad de narrar in situ para este periódico y para La Provincia un acontecimiento que situaba a su pueblo en primera línea informativa internacional. Lamentablemente una enfermedad le arrebató la vida a una edad muy temprana al que se conoció como Cronista del Teneguía, cuya memoria irá unida para siempre al por ahora último volcán canario.

Por entonces, el Decano, que costaba cinco pesetas, daba cuenta -entre otras cosas- de la entrada de “la China Roja en la ONU”, la obtención de Pablo Neruda del Premio Nobel de Literatura, la conmemoración del XXXV aniversario de “la exaltación del Caudillo a la Jefatura del Estado”, en un acto multitudinario en la plaza de Oriente como escenificación de la cohesión del poder dictatorial que por esas fechas empezaba ya a hacer aguas, o de una ola de calor que hizo estragos en los cultivos del Valle de Aridane. El Club Chita anunciaba la inauguración de temporada con grandes bailes amenizados por la mítica Orquesta López y en el Cine Aridane se proyectaba la película Los Adolescentes, no apta para menores de 18 años. Actualidad que sepultó los fenómenos sísmicos y la erupción del volcán.

“Hoy, día 26 de octubre de 1971, a las 15.06 de la tarde, calurosa e inquietante, en Fuencaliente de La Palma y en la zona conocida por Bocas de Teneguía, a la altura del lugar donde se cree que antes estuvo la Fuente Santa, se ha producido la erupción que desde el pasado jueves ya se había manifestado con continuos y diversos movimientos sísmicos en gran parte de la Isla, aunque eso sí, sin saber hasta esta tarde el lugar donde se podía manifestar”. Así abría el DIARIO DE AVISOS la edición del martes 27 de octubre con la crónica de Octavio Santos.

Pero ya los grandes titulares de las primeras páginas del periódico venían siendo ocupadas por los movimientos precursores de este volcán desde el día 23 del mismo mes. El día anterior, según recoge el periódico, “el 85%” de los fuencalenteros durmieron fuera de sus casas en tiendas de campaña, coches o bajo improvisados recintos. Otro tanto sucedía en Los Llanos de Aridane, Tazacorte y El Paso, según recogen las crónicas de Octavio Santos y Pablo Barreto, este último desde el Valle.

La erupción del Teneguía despertó inicialmente miedo entre la población. De hecho, muchas personas salieron de Fuencaliente al producirse la erupción, hasta que, pasado el temor inicial, se convirtió en un auténtico espectáculo que nadie se quiso perder y que duró 23 días. “El Teneguía tiene muchas cosas que lo hacen muy especial. Es el primer volcán que se filma, incluso con las imágenes rodadas se hizo en España la película Viaje al centro de la Tierra”, comentó la geógrafa Carmen Romero, quien destacó además el bajo índice de explosividad de este volcán en relación al resto de los que se conocen en La Palma.

J. J. Santos: “El volcán cambió mi vida”

El fuencalentero Juan José Santos. / DA

Juan José Santos era un joven fuencalentero de 22 años cuando la erupción del Teneguía. Comenta que “la diferencia entre lo que sucedió aquí y lo que pasa en El Hierro es bastante porque los temblores en Fuencaliente fueron de más intensidad”. Recuerda que desde que comenzaron los terremotos “la gente se echó fuera de sus casas a dormir en el exterior”. De hecho, asegura que “muchas casas se agrietaron y se movía todo”.

Buena parte de la población decidió marcharse del municipio. Santos fue de los que se quedó. Recuerda que había mucha confusión de por dónde iba a salir el volcán. “Yo llegué a leer que podía hacerlo por Tazacorte”. “Desde que salió -prosigue- muchos respiramos porque afortunadamente lo hizo en un sitio que si lo escogemos no sale mejor, porque no era peligroso y había una atalaya para contemplarlo”. De hecho, aseguró que pese a que había vigilancia, “nosotros conocíamos los caminos y nos situábamos en el frente de la lava, llegando a encender cigarros en ella”.

Hoy es uno de los fotógrafos palmeros más reconocidos y fue precisamente el volcán “el detonante para dedicarame a la fotografía”. “El volcán me cambió la vida”, concluyó.

Hugo Castro llevaba el mantenimiento de la central Hidrofónica de Los Llanos. / DA

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La vigilancia secreta por la Guerra Fría dio la alarma

Socapa de un centro de investigación de la Universidad de Columbia, Puerto Naos albergó durante más de una década la Central Hidrofónica de Los Llanos de Aridane, una base estratégica ligada al departamento de Defensa de los Estados Unidos. El mundo estaba en plena Guerra Fría y Estados Unidos quería controlar todo lo que se movía en el océano Atlántico, especialmente los submarinos soviéticos. La Palma, junto con Azores y Bermudas, formaban el eje de vigilancia submarina que, en el caso de Los Llanos, contaba con tres cables que iban bajo el mar con una serie de micrófonos de alta potencia que registraban todos los sonidos.

Fue precisamente en esta central donde se registraron los primeros movimientos sísmicos que se produjeron en La Palma como antesala de la erupción del Teneguía.

Hugo Castro, vecino de Los Llanos que llevaba del mantenimiento de estas instalaciones, recuerda que “la mañana del dos o el tres de octubre, cuando llegué a Puerto Naos, míster Green (el coronel de aviación que estaba al frente del centro) me preguntó si había alguna novedad. Le contesté que podían haber cargas de dinamita que ponían los pescadores, pero eran muchas en una noche y concentradas en un punto”. “Entonces -prosiguió Castro- le enseñé las gráficas, pusimos la grabación y era un sonido muy diferente, como cuando coges una madera de tea y la estallas. Eso son movimientos de tierra, me dijo”. Todavía la población no había sentido los temblores.

Castro aún conserva alguno de los registros gráficos de esas fechas donde se ve con nitidez la intensidad y alta frecuencia de los terremotos. Lamentablemente, la cinta que grabó para conservar los sonidos de los movimientos sísmicos que precedieron al Teneguía la prestó y no recuerda a quién. No pierde la esperanza de recuperarla.

La incertidumbre sobre el lugar donde iba a aparecer el volcán también la experimentaron en la Central Hidrofónica. “El 22 -uno de los días de mayor intensidad sísmica- estábamos almorzando, hubo un temblor y nos fuimos para arriba, porque míster Green, por las medidas que había hecho, pensó que la erupción podía ser en el mar y decidieron marcharse todos porque se podía producir un maremoto”, recuerda Castro.

Por esta base pasaron los geólogos Telesforo Bravo y Juan Carlos Carracedo, que se desplazaron a La Palma cuando comenzaron a sentirse los temblores. “Entonces no había sismógrafos, solo los hidrófonos. Ellos iban por la mañana y cambiaban impresiones con los americanos”. Ante los hidrófonos americanos , de la lámpara del despacho del alcalde de Fuencaliente colgaron una plomada para detectar los seísmos. Metáfora de dos mundos que entonces caminaban a distinto ritmo.

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