Querido Alpidio:
Deseo que en el momento de la lectura de esta carta te encuentres bien de salud, aunque sé que esto será difÃcil, muy difÃcil. O quizás no. La verdad, querido Alpidio, es que no lo sé a ciencia cierta. El otro dÃa estuviste a punto de ser intervenido, como Grecia, Irlanda o la misma Portugal. Sé que me estoy enrollando, pero el objeto de esta misiva es decirte que los tienes cuadrados. Mira que hacerle eso a la buena de Belén Allende. Además, con la traición siempre perseguible, de por vida, de usar dos soldados del coronel Soria. Allende no se merecÃa eso, ¡hombre!, y estoy seguro de que ni te apetecÃa tal cosa. Pero ya se sabe que uno mete, sin querer, el pie en el fango y lo saca bien embarrado, incluso apestoso, por los malos olores del charco, aunque, eso sÃ, en tu caso saliste con el maletÃn de presidente del Cabildo de El Hierro bajo el brazo. Para algo están las duchas, habrás pensado. Querido Alpidio, los tienes cuadrados…, y cuadrados, o mejor, como rombos, has dejado a tus conocidos en las cúpulas. Hasta yo pensaba que darÃas marcha atrás. Pero no… ¡Mira que eres bruto! Querido Alpidio, hay que tenerlos cuadrados para meterse, que sé que te hacÃa ilusión, en ese nido de desgracias y carencias. Qué necesidad, mi jijo; tú con tu escaño en el Parlamento, con tu dinerito limpio de polvo y paja a modo de contrato a tiempo completo… Qué necesidad de asimilarte a Tomás Padrón y a casi nadie más, que sólo ha estado él; ¡ah!, e Inocencio Hernández, éste de los tuyos. Querido Alpidio, reconozco que me tuviste una semana casi sin dormir, que fuiste capaz de protagonizar, tú solo, una rebelión en toda regla en una isla tan poco dado a guerras como es El Hierro. Ahora, al fin, pese a que le has puesto los cuernos a los tuyos (¡qué más da!, total), estás donde quisiste siempre estar… Querido Alpidio, y ya tengo que decirlo, no todo vale, no todo es explicable, no todo es sensato, no todo se puede vestir de honradez. Y es que, querido Alpidio, me quitaste el sueño: a mÃ, a los tuyos de la parte de arriba… A todo el mundo, menos a Soria, que, dÃa tras dÃa, se iba a la cama muerto de risa, y cansado de estrategia. Por cierto, ¿has pensado que igual tu tozudez fuerza que Allende intente lo de los madriles? Quién la verÃa con Alarcó, con Curbelo (que regresa, digo yo) y con pocos más que no sean del PP. Querido Alpidio, cuando José Francisco Armas llegue de México (el que tienes en mente), llama, que nos vamos de cacerÃa. Querido Alpidio, sólo cacerÃa con perro y hurón.