EL BURRO DE BELFAST >

¿Víctor o Victoria? > Karl McLaughlin

Los amantes del buen cine me perdonarán que tome prestado el título de una película de 1982, pero sirve para expresar mi dilema al intentar resumir lo visto ayer en el Heliodoro. No sé si quedarme con la doble, y brillante, aportación de Víctor Bravo y la sensación de que, sin sus goles, el marcador hubiera reflejado mejor lo realmente visto sobre el césped. O si debería compartir, sin darle muchas vueltas, la satisfacción generalizada por esta nueva victoria, que mantiene al Tenerife en los puestos de privilegio de la tabla.

No nos engañemos: el marcador final no puede desviar la atención de las dudas que sigue suscitando el Tenerife en cuanto a su filosofía de juego. Ver un equipo de casa, en el minuto 7, colocar a todos sus hombres detrás del balón para defender una falta sin peligro da algo de pena. Ver la descoordinación entre líneas y el empeño en canalizar casi todo el juego a través de un delantero centro, cuando se ve que éste no tiene su(s) día(s), también. El Tenerife de ayer no tenía las ideas claras, sobre todo cómo jugar contra un equipo pequeño, correoso y con toques de calidad. Salvo Zazo, todos parecían asustados por el filial del Rayo. Menos mal que se acertó con los tres cambios, sobre todo uno. ¡Bravo!, Víctor.