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De cabeza > Alfonso González Jerez

   

Los próximos presupuestos generales de la Comunidad autonómica no estarán inspirados en Keynes ni el Schumpeter, sino en Lovercraft. Supondrán un duro golpe para los servicios sociales y asistenciales, pero sacrificarían departamentos y partidas enteras para evitar el hundimiento insalvable de los sistemas públicos de educación y sanidad. Se sospecha que la inversión productiva descenderá hasta las alcantarillas. Eso no es lo peor, sin embargo. Lo peor llegará, a buen seguro, en la próxima primavera. En los ingresos el Gobierno regional está basándose, entre otros escenarios, en los actuales presupuestos generales del Estado, que, en virtud del adelanto de las elecciones generales, se prorrogarán automáticamente. Pero una vez que el nuevo gobierno tome posesión (un nuevo gobierno que, sin duda, presidirá Mariano Rajoy) el Partido Popular diseñará los verdaderos presupuestos generales para 2012, que disminuirán o suprimirán transferencias financieras y fondos para los programas y planes concertados con el Ejecutivo canario. Todo apunta, por lo tanto, a que el presupuesto que apruebe el Parlamento de Canarias deberá sufrir todavía más agónicos reajustes antes de mediados del próximo año. En una excepcional situación de emergencia social, con un 28% de la población activa en paro, miles de isleños desprovistos de cualquier subsidio y la actividad económica con un encefalograma plano, nos dirigimos inexorablemente a unos presupuestos públicos propios de una coyuntura bélica. Con un detalle característico, sin embargo: el enemigo no es exterior. El enemigo es la mayoría social, la integridad de la estructura económica de Canarias y el propio autogobierno de las islas.

Los más agoreros afirman que esta es la prognosis más favorable. La peor es que todo el maldito sistema bancario se vaya al infierno, por méritos propios, desde luego, pero también, y muy particularmente, por la oligofrénica incapacidad de las élites políticas europeas en llegar a una solución consensuada sobre la crisis de la deuda soberana que tiene uno de sus epicentros, pero no el único, en Grecia. La banca española se verá obligada a pedir más pasta para cumplir con los estándares de solvencia establecidos por Bruselas en una cuantía que superará, probablemente, los 150.000 millones de euros. O acude al mercado interbancario, o acude al FROB o aligera sustancialmente sus balances. Y eso, como es obvio, es un nuevo y magnífico estímulo para mantener en el frigorífico la congelación de los créditos a familias y pequeñas y medianas empresas. Ustedes disculpen. Elegí malos tiempos para leer diariamente la prensa económica.