X
sociedad >

Odisea en el Atlántico

   

[apunte] El Celandine, un carguero de bandera belga, rescató al navegante austriaco en aguas del Atlántico, cuando éste llevaba casi tres días a la deriva. / DA [/apunte]

JOSÉ LUIS CÁMARA PINEDA | Santa Cruz de Tenerife

Lo que debía ser una apacible travesía entre Amsterdam y Gran Canaria, se convirtió en una odisea para el veterano marino austriaco Reinhardt Brecko, a quien sólo la fortuna salvó de una tragedia casi segura.

Con más de 20 años de experiencia en la mar, este fotógrafo y empresario de origen esloveno decidió emplear parte del dinero de su jubilación en la compra de un pequeño velero, el Pamela, con el que pretendía dar la vuelta al mundo.

Tras iniciar su aventura en Holanda el pasado mes de septiembre, Brecko arribó a La Coruña hace dos semanas. Hasta ahí, todo marchaba según lo previsto. Aunque por momentos notó que el motor no funcionaba del todo bien, no le dio importancia, ya que la fuerza del viento ayudaba a la nave a surcar el Atlántico sin dificultades. Los problemas, sin embargo, no tardarían en llegar. Empezaron la tarde del sábado 8 de octubre. “El tiempo se complicó, y aparecieron olas de 6 metros”, relata Reinherd Brecko a DIARIO DE AVISOS. De pronto, notó que algo iba mal, porque el barco no respondía. “Me di cuenta de que había perdido el rumbo, y tampoco tenía electricidad”, subraya. Sin radar ni energía, y con el viento y las olas azotando con violencia la embarcación, el marino austriaco pensó que quizá estaba viviendo su última travesía. “Comencé a mandar señales de auxilio por radio, pero nadie contestaba. Un carguero pasó a unas pocas millas, pero ni se acercó”, incide Brecko, quien a sus 66 años ya había realizado varios viajes en solitario por Europa y el Caribe. “No llegué a pensar en la muerte, porque sólo luchaba por sobrevivir, pero sí pasé miedo”, denota.

Cansado, con la comida justa para algunos días más y la única compañía de su perro Muffy, Reinhardt sólo esperaba ya un milagro, porque la corriente lo empujaba cada vez más adentro. “Estaba a más de 200 millas de la costa portuguesa, la batería de la radio estaba agotándose, cuando aparecieron mis ángeles de la guarda…”, arguye entre risas este veterano lobo de mar, que no pudo evitar las lágrimas cuando, tres días después de quedar a la deriva, el buque belga Celandine respondía a su desesperada llamada de socorro.

“Llamaron a la marina portuguesa, que me ofreció ser rescatado en helicóptero; pero eso significaba que tendría que abandonar mi barco, que sólo podría recuperar pagando entre 20.000 y 50.000 euros a una compañía de seguros”, incide Reinhardt, quien pese a su estado dijo ‘no’ a la propuesta lusa. Entonces, cuando ya se temía lo peor, el capitán del Celandine se ofreció a remolcarlo, e incluso decidió subir el Pamela a bordo de su nave. “No me lo podía creer, porque nunca había visto algo así”, expone el marino, quien siempre estará agradecido a la naviera Ubem, al capitán Petr Shirshin y a su tripulación, una veintena de marineros ucranianos.

Tras cuatro horas de complejo rescate, la tropa del Celandine subió el Pamela a cubierta, una maniobra que Reinhardt siguió desde la borda del mastodonte belga, un carguero que se dirigía a Nigeria con cientos de vehículos en su interior. “El capitán insistió en que cenara con él y el primer oficial”, narra Brecko, al que la tripulación ayudó a reparar los daños de su barco y le instaló un radar. “Soy afortunado, porque las navieras no permiten a sus buques hacer rescates, sólo avisar a las autoridades”.

Al atardecer del día 14, el Celandine dejaba de nuevo en el mar al Pamela y a su capitán, a 35 millas de las costas de Tenerife. Su epopeya, no obstante, aún escribiría un último capítulo. Una vez reanudada la marcha, cuando ya divisaba la capital santacrucera, el motor del velero volvió a fallar, por lo que Reinhardt tuvo que encomendarse a su velamen para hacer el último tramo del trayecto. La suerte, no obstante, volvió a sonreírle, ya que uno de los barcos de la Marina de Santa Cruz vio el maltrecho mástil del Pamela con los primeros rayos de sol del sábado.

“Me quedaré un mes aquí reparando los desperfectos”, sostiene Reinhardt Brecko, que se instalará en Gran Canaria una temporada hasta que su nave vuelva a zarpar. “Soy un hombre con suerte”, concluye el marino, quien reconoce que “si vuelvo a comprar algo por Internet me aseguraré de que todo está bien”.

[apunte]

Una vida ‘azarosa’

La vida de Reinhardt Brecko bien podría servir de guión cinematográfico. Casado cuatro veces, una de ellas en Alaska, se sacó el título de capitán de barco en Estados Unidos, donde vivió durante casi dos décadas. Empresario de éxito, es toda una celebridad en Eslovenia, su patria de origen, por sus singulares travesías en solitario. Una de ellas, entre el Caribe y Ljubljana, la recogió en un libro que incluye fotografías y su ‘cuaderno de bitácora’. Además, vivió en Puerto Rico y Venezuela, y fue asaltado por piratas en las costas tunecinas, un ataque que logró evitar gracias a la providencial ayuda de una lancha de aduanas. A pesar de que su hija Regina no está muy de acuerdo con sus viajes, confiesa que su ilusión sigue siendo dar la vuelta al mundo en su velero, que compró en eBay por 5.000 euros. “No sé si volveré a vivir en tierra”, señala.

[/apunte]