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el hierro> crisis sísmica y volcánica

“No lo aguanto más: Me voy para Lanzarote con mi nieto”

   

Mirador de Frontera, donde se avistan las casas evacuadas. | FRAN PALLERO

TINERFE FUMERO | La Restinga

Rosa María ya no puede más. Hija de pescador y profesional de la restauración, esta vecina de La Restinga lloró amargamente la noche del pasado viernes cuando sintió el movimiento sísmico de las 20:36 horas, percibido en la bella localidad del sur herreño como un brutal puñetazo que movió paredes y conmovió espíritus. “No lo aguanto más, es demasiado. Me voy a Lanzarote, a Playa Blanca, a estar con mi nieto. Ya volveré cuando se calmen las cosas”. La reacción es en caliente, justo al poco de sentir como su casa se resentía de una sacudida que recordó a la onda expansiva de un barreno cercano. Demasiado cercano.

En Las Casas

Los vecinos de Las Casas, capital histórica del municipio de El Pinar, coinciden con sus vecinos en que fue algo bruso, rápido y muy violento. Iván, de 42 años y padre de dos hijos, estaba de pie cuando la tierra lo sacudió de arriba a abajo. “Yo no piensoi irme de aquí, pero reconozco que ha sido distinto a lo que ha habido hasta ahora. Nos costó un poco tranquilizarnos”, detalla este piñero nacido en La Restinga. Su mujer, Diana, es colombiana y sabe bien de lo que es capaz un terremoto.

“Viví la tragedia de Armenia en mi país y sé lo que es caminar entre los cadáveres por culpa de un terremoto”. Sobre el terremoto del viernes, reconoce que no le gustó nada. “Salió pálida de la cocina”, apunta su marido, que reflexiona acerca del futuro: “Que me pase lo que tenga que pasar, pero temo por mis hijos. Ellos tienen toda la vida por delante”.

Millán, pescador. | F. P.


En El Golfo

A todo se acostumbra el hombre. Los vecinos de Frontera, donde se localizó este temblor que fue sentido hasta en La Gomera y Tenerife, se muestran más tranquilos de lo esperado. “No es que nos acostumbremos, pero la costra va saliendo ya. Son muchos días y muchos temblores”, explica Millán, también pescador aunque con base en Las Puntas. Para Millán, que vive en El Golfo desde hace treinta años, “lo que realmente nos da miedo es el hambre, porque ya no se puede pescar en toda la Isla. Y cuando se pueda más vale que se tomen medidas de protección, porque la gente estará muy necesitada y esquilmará todo lo que salga”.

Algo más arriba, en Bergara, Belinda es de las que se queda. “No me voy, pero unos cuantos negocios ya cerraron y me temo que, después de lo de anoche, se vaya más gente”, apunta esta profesional de la hostelería, que nos atiende en El sol de España.

Belinda, que trabaja de camarera en Bergara, Frontera. | F. P.


Tanto Millán como Belinda oyeron caer piedras en las laderas cercanas a la salida del túnel de Los Roquillos. Exactamente, las piedras cayeron justo junto a la boca del túnel y, algo más allá, sobre la zona de Guinea y El Lagartario. Allí vive Dácil, una de las evacuadas anoche y que nos atiende en su casa, ubicada entre los dos puntos conflictivos. Allí, en Casa Hristina, Dácil prepara sus maletas porque ya tiene la experiencia de la otra vez. “Al apartamento de nuevo. Ya estuvimos un mes y toca de nuevo. Qué le vamos a hacer” se lamenta esta joven tinerfeña, afincada ahora frente a los Roques de Salmor.

Pero si Dácil y su familia sufren la tremenda incomodidad de tener que abandonar su casa, tanto Belinda como Millán coinciden en su gran temor. “No es que no nos asuste un terremoto como el de ayer, es que como vuelvan a cerrar el túnel está claro que El Golfo se muere”. Resulta evidente que en esta parte de la Isla angustia tanto el volcán como sus efectos socioeconómicos.

Dácil, una de las evacuadas en Frontera. | F. P.

En Echedo

“Se movió todo el sillón en el que estaba sentada, como si alguien lo cogierta por debajo y lo sacudiera”, explica Rosario en su puesto de trabajo del Rincón del Dulce, en Valverde. Ella vivió el terremoto de la noche del viernes en su casa de Echedo, pueblo de vinos recios que se encuentra cerca de El Mocanal, por donde también hubo desprendimientos a cuenta del dichoso temblor, justo en la otra boca del túnel.

“Recogimos alguna piedra de varios kilos”, reconoce Marcelino, a quien su trabajo en Mantenimiento de Carreteras obligó a acudir4 de inmediato a los puntos donde cayeron rocas. “Las empujamos a la cuneta. La verdad es que en esta Isla son habituales los desprendimientos”. Marcelino tiene disposición total y, cuando había regresado a casa, fue movlizado de nuevo tras la sacudida de la medianoche.

En La Caleta

“Fue otra cosa, algo distinto” explica Cochamari, vecina de este coqueto asentamiento costero cercano al aeropuerto. “La verdad es que se movió la casa, el sillón… ahora lo recuerdo con bromas, pero la verdad es que asusta.Yo quería sentirlo, pero ahora ya se me quitaron las ganas. Que acabe cuanto antes”

Una tras otra, la conversación se repite entre los herreños, siempre con tranquilidad y algo de humor, pero desde las 20:36 horas del viernes, algo más de respeto a lo que está pasando. No es que antes se lo tomarán a broma; es que ahora han comprobado, en cualquier punto de la Isla, que se enfrentan a una fuerza descomunal e incontrolable .