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EL DEBATE > ANÁLISIS

Una mochila muy pesada frente al hombre de hielo

   

JUAN MANUEL PARDELLAS | Santa Cruz de Tenerife

Es difícil ser hoy el líder del Partido (que se desmorona), Socialista (pensiones congeladas y funcionarios ganando menos), Obrero (5 millones de parados) y Español (no, eso sí que no faltó, mucha España, que nadie dude). Rubalcaba comenzó desafiante, duro, más periodista preguntón que aspirante a presidente, pero se desinfló a medida que avanzaban los minutos. Leyó frases del programa electoral del PP para que su oponente se quitara la máscara ante los españoles que confían en Rajoy, para que aclare qué va a hacer con las pymes, la educación, las pensiones (su mejor golpe -quizás el único- fue el cuadro de cómo con los socialistas mejoraron las pensiones mínimas), el matrimonio homosexual, las células madre… dando a entender que vienen las sombras para el estado de bienestar que ya se ciernen en comunidades como Madrid o Valencia (olvidó un feudo tan popular como Galicia). Habló de reducir las Fuerzas Armadas, de instaurar impuestos a las grandes fortunas, los bancos y criticó una y otra vez a la CEOE.

Sin esfuerzo

Rajoy no tuvo que esforzarse ni un solo minuto en toda la noche. De hecho, leyó más que habló. Ni el gigantesco estudio de la Academia de Televisión podía ahogar los millones de desencantados de este país que lo llevan en volandas a La Moncloa, según todas las encuestas. Confundió (deliberadamente) en dos ocasiones a Rubalcaba con Zapatero, tiró de datos (incluso se llevaba preparadas las respuestas a los ataques de su adversario, como si alguien le hubiera filtrado dónde iba a intentar pillarlo) y repitió hasta la extenuación la herencia de Zapatero: 3 millones de parados más, falta de credibilidad, reventar la autoridad del profesor frente al alumno y la cultura del esfuerzo, gastar más de la cuenta… hasta, al final casi al límite, repasarle a su oponente nuestra ausencia de liderazgo en Europa y Latinoamérica. Alardeó en que él diría la verdad, pero ocultó los recortes que nos esperan (eso sí, de soslayo lanzó un aviso a navegantes a las autonomías y ayuntamientos). Su discurso final sonó al “sangre, sudor y lágrimas” de Churchill. No iban a escucharse, pero se tendieron varios guantes (en materia de igualdad, horarios laborales y seguridad) y fueron más educados y menos agresivos que González y Aznar. De unirse en un Gobierno de concentración (como la Alemania a la que tanto ponían de ejemplo), nada. Y la anécdota: Rubalcaba le suelta a Rajoy “le voy a enviar la cinta”. Ahí sentenció en qué siglo está él y hacia dónde va Rajoy.