Una de las vecindades más incómodas que tenemos en nuestro patio electoral es la de Ricardo Melchior y Antonio Alarcó. Han pasado de babear el uno por el otro a no poder soportarse. Y es que la polÃtica de estos tiempos no parece ser otra cosa que el arte del sectarismo más cruel. Definirse polÃticamente acarrea ser baremado por tu ideologÃa y no por tus capacidades. Esto es lo que, entre todos, estamos fomentando, y debiéramos reflexionar. Pero vayamos al lÃo de hoy. Cuentan que todo empezó cuando Alarcó ganó su plaza al Senado, las pasadas elecciones generales, en detrimento de Melchior, que quedó apeado de la Cámara Alta. Algunos allegados cuentan que Ricardo lleva desde entonces el corazón partÃo (que cantara Alejandro Sanz). Corazón que pudiera cicatrizar el próximo 20-N, pero únicamente eso, cicatrizar. La marca de la herida quedará siempre. En aquel momento, Antonio logró un imposible. Con el PSOE mandando en España y CC en Canarias, alcanzó una importantÃsima cosecha de votos personales que lo convirtieron en un valor incuestionable.
Claro que esto ocurrÃa hasta las pasadas elecciones locales, cuando, contra todo pronóstico, se viró la tortilla. El PP obtenÃa el mayor número de sufragios en Canarias y en la cuna de ATI-CC que era el Ayuntamiento de Santa Cruz. En el Cabildo de Tenerife (con Antonio Alarcó a la cabeza), sin embargo, los diestros hacÃan aguas por los cuatro costados. El barco se hundió, incluso con un tan desgraciado como famoso acuerdo entre socialistas y populares, firmado antes de la noche electoral. Fue Ricardo Melchior quien demostró entonces que sà existÃa un valor seguro por el que apostar en CC, era él. DÃas después, y con el nuevo gobierno insular ya formado, Antonio Alarcó se quedó con algo más que el corazón partÃo.
Hoy Antonio cuenta con todo a favor para revalidar su plaza, y Ricardo afronta una dura ocasión para volver a alcanzarla. Estamos ante dos personajes que han demostrado que su valor, más allá de las siglas de su partido, son y dejan de ser ellos mismos. Y dicho esto, sà es cierto que se está intentando preparar un pleno en el Cabildo para debatir la sospechosa compra de libros de la Fundación que regÃa Antonio Alarcó cuando éste y Ricardo Melchior aún eran amantes, que se investigue de verdad y de cabo a rabo. Y en todas las instituciones públicas. Me temo que se quiere arrojar a Antonio Alarcó un mal endémico de no pocas administraciones que consiste, ni más ni menos, que en comprar libros, guÃas, revistas y otras sarrias a determinados periodistas a precios descomunales. A más de uno (de los que compran y de los que venden), y no exactamente al que todos piensan, se les quedarÃa la cara muy, pero que muy colorada. ¿Cuándo empieza el show?
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