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Una vida desde diferentes ángulos

   

El maestro y escritor Jesús Manuel Hernández fue alcalde de Los Realejos de 1985 a 1987. | MOISÉS PÉREZ

LUIS F. FEBLES | Los Realejos

Hay vecinos que conocen su barrio porque llevan toda una vida residiendo en él o, por el contrario, trabajan en una ocupación directamente relacionada con la urbe en cuestión. En el caso de Jesús Manuel Hernández García, trabajo, vida y pasión están directamente relacionados con su barrio de toda la vida, el Toscal-Longuera. El polifacético vecino, maestro jubilado, antiguo alcalde de Los Realejos desde 1985 hasta el año 1987 con el Partido Socialista, escritor y doctor en periodismo, ha sido testigo directo de los cambios experimentados por un enclave, que él cataloga como un núcleo “dormitorio”.

Desde el cómodo sillón de la alcaldía, hasta la altura del encerado del colegio Toscal- Longuera, donde impartió clase desde la década de los ochenta hasta el año 2002, Hernández recuerda lo dura que era la vida de un niño que quería llegar a tener un futuro mejor. “Mi padre era medianero y vivíamos en unas malas condiciones en las casas que los dueños de la hacienda de la Gorvorana nos cedían para que residiéramos. Antes había plataneras y cafetales, distribuídos en los dos barrios previos a la fusión: el Toscal y la Longuera”.

Hernández, destaca, a parte del boom de la construcción que dio lugar al actual barrio, el papel del colegio Toscal-Longuera y su Asociación de Padres y Madres (AMPA), en el desarrollo social y cultural.

“La Asociación de Padres y Madres realizó durante la década de los setenta un trabajo importantísimo para dotar a todos los alumnos del material escolar necesario. Incluso llegamos a traer a los niños del colegio a un cursillo de natación en Puerto de la Cruz; los traíamos todos los días en nuestros coches; así durante dos meses”.

El antiguo alcalde socialista recuerda a diferentes personajes que forman parte de la idiosincrasia popular del barrio y que permanecen en el recuerdo de los vecinos. “Tengo un cariño especial por José Ravelo, un pescador al que escribí un poema. Siempre exaltaba el famoso canto de las morenas que el cantaba a estos peces cuando estaba en faena.

Otro personaje es siño Juan Ramón, “un señor que tenía un huerta en El Toscal y al que le gustaba beber vino; cuando se emborrachaba era la burra la que lo llevaba a su casa”, indica Hernández.

Este maestro jubilado considera que al barrio le falta el sentimiento de comunidad que tenía en su época. “Ya no se ve esa vinculación con la comunidad, aunque el párroco de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe está dinamizando la actividad social para recuperar esa vinculación”, subraya.

Como recuerdos de su juventud, rememora, emocionado, las veces que junto a sus amigos acudía al Charco de las Lisas, situado debajo de la urbanización La Romántica II, un charco natural “que cuando subía la marea entraban estos pescados, hasta que se urbanizó, y a alguien se le ocurrió hacer una piscina natural con un mamotreto de muro que lo destrozó; ya no queda ni piscina ni charco”. Ahora, aunque no viva en su barrio de siempre, sigue trabajando desde su trinchera particular para que su “casa”, siempre tenga voz.