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Una necesidad de mucho peso

   

JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife

Ramón Carlos Delgado, durante la entrevista concedida al DIARIO DE AVISOS. / SERGIO MÉNDEZ

Aunque solo tiene 40 años, Ramón se siente con frecuencia como un anciano de 80. El motivo, una afección en las tiroides que desde hace seis años le provoca una seria tendencia a engordar. En la actualidad, y aunque apenas come, ya está en 175 kilos, motivo por el cual necesita que le realicen un bypass gástrico, una modificación anatómica del sistema digestivo que palie de manera definitiva su obesidad.

Después de haber seguido innumerables dietas y haber estado en tratamiento, hace tres años inició las pruebas que supuestamente debían llevarlo al quirófano a principios de 2012. Sin embargo, cuando ya encaraba la recta final del proceso, y a pesar de haber sido incluido oficialmente en la lista de espera quirúrgica del Servicio Canario de la Salud (SCS), su caso se ha quedado en suspenso por la decisión de la Consejería de cerrar los quirófanos por las tardes.

“En abril estuve en el cirujano y me incluyeron en la lista de espera. Sin embargo, el 13 de diciembre, cuando fui a la cita para hacerme las pruebas previas a la operación (preanestesia, batido, etcétera), me dijeron que no podrían operarme porque el Gobierno de Canarias suspendió en junio las intervenciones de este tipo que se llevaban a cabo por las tardes”, asegura Ramón a este periódico.

“El cirujano del Hospital de La Candelaria me dijo que solo se hacen operaciones oncológicas y de urgencia, y que tampoco podrán intervenirme en un hospital concertado”, agrega Ramón, que no puede pagar los cerca de 15.000 euros que puede costar una intervención de este tipo en la sanidad privada.

Con un índice de masa corporal superior a 60, la cirugía bariátrica es la única solución posible para él, puesto que es el mejor tratamiento para lograr el adelgazamiento duradero en pacientes obesos para quienes han fracasado los métodos no quirúrgicos de reducción de peso. De hecho, está demostrado que la técnica del bypass gástrico muestra una bajada de peso superior al 65% del sobrepeso tras cinco años de seguimiento.

“No puedo esperar”, reitera Ramón, que después de años de sufrimiento había visto luz al final del túnel, porque pensaba que esta Navidad recibiría el regalo de operarse. “Me dijeron que como máximo esperaría unos seis meses, y que en enero o febrero sería operado”, reitera el joven tinerfeño, que necesita un respirador para dormir, ya que su obesidad le ha generado apnea obstructiva.

“El médico me ha dicho que estoy expuesto a una muerte súbita”, arguye Ramón, quien confiesa que una de sus mayores ilusiones sería poder llevar a su hijo de cuatro años al colegio. Porque, aunque el centro escolar está cerca de su casa, Ramón apenas puede caminar, y cuando lo hace termina extenuado.

“Mi mujer me tiene que ayudar a bañarme y vestirme, y muchas veces me siento como un viejo”.

Su enfermedad, que es un problema de salud pública en muchos países y que se ha ido incrementando como efecto de los cambios en las costumbres sociales y alimentarias, no sólo le afecta a nivel físico, también lo ha dejado sin trabajo y lo ha llevado al borde de la locura.

“Perdí mi trabajo de repartidor, porque la empresa no quería a un obeso. Apenas puedo conducir, porque casi no entro en la furgoneta que tengo, me canso y me da miedo que pueda tener un accidente”, recalca Ramón, quien deja claro que “lo he intentado todo, pero lo mío no es una cuestión de dietas”. Y es que, hace unos días, ni siquiera pudo tratarse como es debido un problema en una muñeca, porque en los hospitales tinerfeños no hay máquinas diagnósticas que soporten su peso.

“No tengo vida. Están sufriendo mi mujer y mi hijo, y lo único que quiero es que me operen”, incide Ramón, que ha presentado una reclamación al Servicio Canario de la Salud (SCS), que tardará unos dos meses en ser contestada. Por ello, la pasada semana pidió una cita con la directora de su centro hospitalario, pero, según él, ésta no quiso recibirlo.

Pese a todo, Ramón no desespera y está dispuesto a hacer lo que sea y llegar hasta el final con tal de que lo operen, aunque para ello se deje la vida en el intento. “Varios médicos con los que he consultado me han dicho que mi caso debería ser operado inmediatamente, porque la obesidad y la apnea pueden provocarme la muerte en cualquier momento. Pero prefiero morir en un quirófano que en casa esperando”, concluye.