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SANTA CRUZ DE LA PALMA >

El reloj del pueblo

   

[apunte]El reloj fue pedido por la Passley en el año 1842 a la firma Moore and Sons, la misma que fabricó el Big Ben de Londres. / JUAN ARTURO (ACFI PRESS)[/apunte]

EUGENIA PAIZ | Santa Cruz de La Palma

El reloj de El Salvador, que este año que llega a su fin esta medianoche cumplió nada menos que 167 años desde su instalación, fue comprado por los propios vecinos de Santa Cruz de la Palma a través de una lotería de la época y de las importantes contribuciones de particulares y ricos comerciantes de origen inglés e irlandés que desde finales del siglo XVI y del XVII se afincaron en la capital palmera manteniendo una estrecha y provechosa relación comercial con Reino Unido.

Pocos han tenido el privilegio de “ascender” el estrecho camino que conduce, desde la silenciosa y acogedora sacristía del templo, y a través de una escalera de caracol de apenas medio metro de anchura, hasta lo más alto del campanario para conocer el recóndito habitáculo donde se hospeda el reloj construido por encargo, hace más de siglo y medio para La Palma, por la misma fábrica que construyó el Big Ben, reloj del parlamento británico y sinónimo de Londres.

DIARIO DE AVISOS, acompañado por los fieles vigilantes de esta pieza de enorme valor sentimental y patrimonial para la ciudad y para la Isla, y por el experto en patrimonio del Ayuntamiento capitalino, Víctor Hernández Correa, sigue los pasos del relojero oficial, Conrado Fernández Vargas, miembro de cuatro generaciones de expertos en este noble oficio gracias al que se mantiene intacto el reloj, elemento definido por Hernández Correa como “imprescindible” en aquellos tiempos “dado que cumplía una función muy importante, no sólo por su papel en los cultos de la Iglesia de El Salvador, sino en la regulación de toda la vida social de Santa Cruz de La Palma”. “El reloj de El Salvador marcaba un orden, era un símbolo de civilización y de progreso y su compra no fue sencilla, porque eran tiempos -subraya- en los que La Palma sufría una fuerte crisis económica”.

El sistema por el que se regula el histórico reloj de El Salvador no se ha modernizado desde su instalación, en el año 1844 tras salir de la fábrica Moore and Sons, previo encargo de la compañía distribuidora en Canarias, la Passley, con sucursal en el Puerto de la Cruz. El cura párroco de la iglesia de El Salvador, José Checa, explica que “este es un signo visible para toda Santa Cruz de La Palma; eclesialmente es el que sincroniza la llamada a las celebraciones de la eucaristía y desde luego tiene una proyección exterior. Además de un signo útil, el reloj de la torre de El Salvador es un símbolo de Santa Cruz de La Palma”.

Conrado Fernández Vargas, hijo y nieto de relojeros, explica que pese el reloj funciona con el mismo mecanismo que un reloj de cuerda de pared y cada sábado asciende los 78 estrechos escalones que suben hasta el campanario para darle cuerda, un rito que cumple desde el año 1967 con carácter oficial, pero que inició antes, cuando sólo tenía 8 años y acompañaba a su padre, como lo hacen hoy su hijo y su nieto para garantizar que el reloj marque fielmente los minutos, las horas y la vida. Cuando Conrado tenía 12 años sustituyó la fuerza de varios hombres por su astucia, ideando un sencillo sistema para dar cuerda al pesado reloj con pies y manos.

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Todo un símbolo

El experto en Patrimonio Cultural, Víctor Hernández Correa, relata el “largo itinerario” del reloj, que fue desde la fábrica inglesa hasta la sucursal de la Passley en el Puerto de la Cruz y desde allí hasta Santa Cruz de la Palma. La pieza fue pagada gracias “a una suscripción popular después de que el Ayuntamiento diera a conocer entre los vecinos la necesidad de apoyo económico para su adquisición”. Pese a la buena voluntad de los vecinos, fue necesaria y decisiva la contribución que hicieron las familias más acaudaladas de la época en la ciudad, además de los curas y con la ayuda de parte del dinero de la manda pía que en su día había enviado a La Palma el indiano Cristóbal Pérez Volcán. En esa tarea de donación de dinero también participó la entonces denominada Sociedad Oriente, dedicada a la dramaturgia y ubicada en la calle Real.

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