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Non olet > Pedro Fernández Arcila

Cuentan las crónicas que Tito, el hijo del emperador Vespasiano, se enfrentó a su padre por considerar inmoral que el Imperio cobrara impuestos por las letrinas públicas. Tras una discusión paterno-filial bastante acalorada, Vespasiano le acercó a su hijo un puñado de monedas obtenidas de la primera recaudación y le preguntó si le molestaba el olor. Tito contestó “non olet” (no huele), a lo que Vespasiano añadió: “Y sin embargo es producto de la orina”. Esta anécdota sirvió, pasados los siglos, para acuñar la facultad que tiene el dinero de limpiar cualquier transacción, por muy deshonrosa que fuere, si de ella se obtiene el vil metal.

Por estos lares, en el momento que nos ha tocado vivir y hablando de la empresa que en Santa Cruz de Tenerife se encarga de gestionar las aguas procedentes de las letrinas públicas y privadas, es decir, Emmasa, podríamos afirmar, como Tito, que el dinero que esta empresa obtiene de la depuración de las aguas residuales “non olet”, pero es producto del fraude. De qué otra forma podemos calificar el hecho de que 175.000 vecinos de Santa Cruz de Tenerife, es decir, dos tercios de la población del municipio, paguemos religiosamente el gasto que supone la depuración de las aguas residuales y que esta empresa, Emmasa, a la vez que se embolsa esta cantidad, vierte al mar 20.000 metros cúbicos diarios de aguas sin depurar.

Podríamos decir también que “non olet” el dinero que se ahorra Emmasa por no poner en funcionamiento un sistema que evite los fuertes olores que provoca el tratamiento de depuración de las aguas residuales. Las estaciones depuradoras que existen en el mundo civilizado deben contar con un sistema de desodorización, es decir, de eliminación de olores. Esto conlleva un cierre hermético de las dependencias, extractores de aire en cada una de ellas y trasmisión del aire a unas torres de desodorización, lo que permite que el aire salga al exterior sin olores. Sin embargo, alguien ha decidido por nosotros que la estación depuradora de Santa Cruz no pertenezca al mundo civilizado y que no se invierta un euro en evitar estos malos olores. Por eso, imagino que para evitar que el tufo termine por asfixiar a los trabajadores de la estación depuradora de Buenos Aires (paradójico nombre), los compartimentos, ventanas y puertas de cada una de las dependencias están abiertos de par en par, con lo que los efluvios que genera esta singular industria llegan a las miles de casas de Chamberí, Buenos Aires, Somosierra y García Escámez, así como a los miles de puestos de trabajo de quienes laboran en los cercanos polígonos industriales.

Los ciudadanos de la capital de la Isla tenemos que soportar diariamente los olores y el persistente fraude para beneficio de Emmasa, así que, recordando a aquellos ilustres romanos, decimos que es verdad, su dinero “non olet”, pero su comportamiento hiede porque procede de la actitud más incívica que uno pueda imaginarse.

* Concejal de Sí se puede en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife