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Servicio > Alfonso González Jerez

El presidente del Gobierno autonómico, Paulino Rivero, insiste en la entrevista concedida a DIARIO DE AVISOS en que CC debería indagar en las razones de su derrota en las pasadas elecciones generales. Sobre todo cuando el hundimiento de noviembre fue precedido por lo que, a su juicio, floreció como una espléndida primavera electoral a finales de mayo. Rivero recuerda que los coalicioneros ganaron “en seis de las ocho islas del Archipiélago”, porque no se olvida de La Graciosa. Ignoro las razones del presidente para excluir a San Borondón, donde seguro que le votó hasta el kraken con una chácara en cada tentáculo. “En las autonómicas ganamos en siete de las nueve islas…” Hubiera quedado mucho mejor. En realidad, y por limitarnos a Tenerife, circunscripción por la que se presentó Rivero, Coalición Canaria, en el pasado mayo, sufrió pérdidas electorales importantes en casi todos los municipios, con excepciones como La Orotava y Arona, y solo el vigente sistema electoral permitió a los coalicioneros alcanzar los 21 diputados, aun perdiendo varios centenares de sufragios respecto a los comicios de 2007. El Partido Popular les sacó más de 60.000 votos de ventaja, pero eso no perturba al presidente del Gobierno. Lo que quiere subrayar implícitamente es que en mayo ganó él y en noviembre perdieron los demás. Se trata, la verdad, de una consideración insólita en un presidente. Por supuesto que el pasado 20 de noviembre Rivero no se presentó a las elecciones, pero eso no justifica (ni explica) ese delicado cordón sanitario que extiende alrededor de la Presidencia del Gobierno a fin de personalizar las (supuestas) victorias y expulsar las (siempre ajenas) derrotas. Es un mal principio analítico: la erosión del poder municipal es una señal inequívoca de que las cosas van mal o, como diría un nacionainsularista ilustrado, los 21 escaños de Coalición -admitiendo al CCN como animal de compañía- no significan otra cosa que a peor va la mejoría. Paulino Rivero, sin embargo, marcha con paso legionario hacia sí mismo. Y en sus consideraciones sobre la necesidad imperiosa de Coalición de establecer un rumbo en los difíciles días que le aguardan puede leerse una sugerencia apenas inteligible: el mejor presidente de CC sería, precisamente, Paulino Rivero. Ahora que se ha evaporado el grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados, ¿qué mejor fórmula para consagrar como interlocutor con el Gobierno central a alguien que sume la máxima representación política con la máxima representación partidista? Rivero espera. Los menceyes insulares que sigan con lo suyo. A Linares se le enjarreta en la presidencia de CC de Tenerife. Y él asume la presidencia de la federación nacionalista en tiempos de emergencia. Un servicio al partido, al proyecto, a Canarias misma.