... y no es broma >

A las rebajas > Conrado Flores

Como ya comenté hace un tiempo, en pocas disciplinas se puede analizar mejor nuestra capacidad competitiva que en el deporte, en el buffet libre de un hotel y en las rebajas. Yo vivo en una zona comercial de Santa Cruz y te aseguro que durante la primera semana de rebajas me recordó un poco a la ciudad de Petrogrado en 1917, pero sin nieve.

Si sustituimos las pancartas con el mensaje Todo el poder para los Soviet por las de Todo al 50%, en lugar de una revolución comunista tenemos montada una revolución consumista.

Lo que se vivió el fin de semana pasado en las calles de la capital me trajo a la memoria diferentes escenas de películas tan distintas como La guerra de los mundos, Braveheart o Rambo. La tensión flotaba en el ambiente y yo, que solo iba de acompañante, me sentí más extraño que un musulmán en una cofradía de semana santa. Todo el mundo parecía haber gritado “¡a las rebajas!” y haber salido corriendo con la tarjeta de crédito en la boca. Al igual que hay atletas que se entrenan para una gran cita deportiva y mandos militares que se preparan para una crisis bélica, también hay personas que lo hacen para las rebajas. Que se lo digan si no a los cientos de ellas que esperaban la apertura de un conocido centro comercial y que entraron en él como si huyeran de una fuga radioactiva.

Se vivieron escenas dantescas. Cerca de mí, dos señoras estuvieron a punto de llegar a las manos por una blusa de flores de un gusto bastante dudoso y una niña de unos cuatro años deambulaba sola buscando a su mamá perdida. Vi un grupo de cuatro chicas que había ido de compras en malla -o leggins, como las llaman ahora- para poder probarse pantalones directamente encima, sin tener que perder tiempo en una cola interminable para mirarse en un espejo. ¿Para qué arriesgarse? Un “te queda superbien tía” por parte de alguna compañera era más que suficiente para decidirse por una falda a precio de saldo.

Para que luego digan que los jóvenes de hoy no saben trabajar en equipo.

Son las rebajas, donde sólo los más fuertes sobreviven. Como en el deporte, sólo vale ser el primero. Más rápido, más alto, más fuerte y, por supuesto ¡más barato!