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Bailes de Candil > Benito Cabrera

Hasta mediados del siglo XX, el ámbito habitual en el que se interpretaba el llamado folklore de cuerdas (isas, folías, malagueñas, valses, etcétera) era el conocido genéricamente como Bailes de Candil. Celebrados en casas particulares, se alumbraban con candiles de petróleo o carburo y significaban una de las pocas oportunidades de bailar, cantar, relacionarse y enamoriar que tenían nuestros abuelos.
Los Bailes de Candil fueron tremendamente populares en toda Canarias. Hay referencias escritas de varios autores, como la de Isaac Viera de 1916, que los relata en su conocido libro Costumbres Canarias. Pero la mejor y más prolífica fuente es la que nos proporciona la tradición oral. La gente caminaba muchos kilómetros para asistir a un buen baile. Los zapatos se llevaban en la mano y se andaba descalzo, para no estropear los zapatos que se ponían en los doloridos pies justo al llegar al salón. En ocasiones se cobraba un pequeño estipendio o entrada y casi siempre se acababa en pelea. Algo que nos recuerda el gauchesco poema del Martín Fierro, que relata uno de estos truculentos episodios, con una manta que acaba tirando malintencionadamente un candil, de similar manera a como lo relatan los ancianos isleños.
Bailes de Taifa, de San Pascual, de La Media Vela, de Compadres y Comadres…, diversos apelativos, según las islas y las épocas del año, se usaban para nombrar estos encuentros sociales, que no son privativos de Canarias. Cáceres y Andalucía, por citar dos ejemplos, tienen mucho que contar de estos bailes, en los que algunos han visto claras influencias del folklore portugués.
Para saber más, sólo hay que preguntar a algún anciano y a buen seguro nos contará muchas historias de estas veladas, parte de un pasado no demasiado lejano que nos sirve para entender la forma de vivir de nuestros mayores.