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Cierre de la emblemática churrería

La familia de Manolo 'el Churrero', como quiere que le llamen, se prepara para empezar de cero. / ACFI PRESS

EUGENIA PAIZ | Santa Cruz de La Palma

Manolo Fortes, con 70 años de edad y churrero desde que era un joven de 30, no sabe todavía que el negocio por el que trabajó toda su vida y que ahora regenta uno de sus hijos, tendrá que cerrar sus puertas el próximo 27 de febrero, una vez concluyan los actos del Carnaval en la capital palmera.

Su hijo, con el mismo nombre y el mismo oficio, que cuando apenas tenía cuatro años se quedaba dormido “sobre los sacos de harina” mientras sus padres se afanaban por terminar de trabajar y volver a casa, no se ha atrevido a darle la “mala noticia” porque “está mal de salud y esto va a ser un palo para él”.

Manolo explica que “no quiero que se disguste y esto va a ser duro porque se dejó la vida aquí”.

Las obras de la playa de Santa Cruz de La Palma obligan al cierre de este pequeño negocio, que en su día supuso una inversión, para esta familia dedicada también a la venta de pescado, de unos nueve millones de las antiguas pesetas.

Sobrevivir

Manolo disfruta de su oficio. / ACFI PRESS

La churrería ha sobrevivido a tres ubicaciones distintas pero ahora lo tiene más complicado: “La situación de crisis que hay lo cambia todo; tengo que desmontar completamente el negocio, esperar a que me digan desde el Ayuntamiento dónde podría ubicarla y luego ir al banco a que me den un préstamo”, relata Manolo, que trabaja en el negocio familiar con su mujer y bajo la atenta mirada de uno de sus tres hijos. Relata con cierta emoción que “si no queda más remedio tendré que buscarme otro medio para ganarme la vida porque de una u otra manera tenemos que tirar para adelante”. “Esto es muy doloroso para nosotros porque esto no es un bar, es un lugar entrañable donde hemos pasado nuestra vida y para mí, trabajar aquí, tener el oficio de churrero es un vicio”. Manolo, que insiste en que expongamos el apodo por el que le conoce todo el mundo, el Churrero, recuerda en su conversación con DIARIO DE AVISOS que “nunca podré olvidar cuando mi padre me dejó hacer mi primera rueda de churros; yo tenía nueve años. Aquí, en la churrería, he pasado la mayor parte de mi vida y no es solo un negocio, es mi casa y la de la gente que lleva décadas pasando por aquí”.

Manolo y su familia no piensan tirar la toalla porque “eso sería como rendirnos y olvidar lo que ha supuesto la churrería para nosotros y para tanta gente que desde que eran unos niños y aún hoy siguen viniendo a comprar su cartucho de churros, a charlar con nosotros y a pasar un rato con la familia frente a una taza de chocolate caliente”.

Cierre necesario

El Ayuntamiento cerró el pasado lunes de forma definitiva las canchas deportivas de la Avenida Marítima debido a las obras de la futura playa capitalina. La churrería también tendrá que ser eliminada, aunque en este caso el consistorio llegó a un acuerdo con FCC para que el negocio pueda mantener su actividad hasta después de los Carnavales.

El creciente volumen de bloques de hormigón necesarios para la construcción de los diques de la playa obliga a ocupar tanto las canchas como el espacio que ocupa la popular churrería.