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En la miseria, olvidado ya por quienes le burlaban, murió en Barbate (Cádiz) un tal Manuel Reyes. Un personaje contrahecho, jiboso, desdentado, a quien un día le descubrieron un mundo fascinante en la televisión. Pozí murió tan pobre como era antes de su efímera fama. Suele ocurrir con muchas personas; que quienes más se aprovechan de sus talentos son otros cuyo talento consiste precisamente en explotarlos.

Pozí tenía la gracia el sur. La voz cascada y el verbo maledicente. Pasó de mano en mano por los platós de los espacios de más éxito, esos programas de noche que los posmodernos llaman late night. No fue el primero de su especie, ni el último. Habrá quien diga que fue carne de hamburguesa para la máquina picadora de las audiencias. Pero lo cierto es que todos los que están en ese circo lo son. Los presentadores que ayer cruzaban el Mississippi o hacían crónicas desde Marte fueron devorados por la trituradora, como los personajes de todo pelo que hacían desfilar por aquella exhibición de rarezas. Algunos, muy pocos, han sobrevivido transformándose en otra cosa, convirtiéndose en otros personajes de sí mismos. Pero casi todos han salido de plano o luchan aferrándose a la tercera división mediática.

Los que lo hicieron bien, sacaron unas perras. Los que lo hicieron muy bien, con sus propias productoras, se hicieron multimillonarios. Pero los más, subieron y bajaron del pico de la fama sin explicarse por qué les eligieron para ser tan famosos ni por qué un día se apagó su buena estrella como se apagan los focos del plató de televisión. La buena gente devora personajes y los digiere para que sean excretados de su televisor por las malditas cifras de audiencia. Las estrellas estiran sus papeles hasta los límites de la realidad, hurgando en todos los recursos y dispuestos a cualquier cosa y a cualquier precio a costa de seguir en la cresta de la ola. O lo que es lo mismo, en la nómina del show.

¿Quieres un café? ¡Pos zi! La muletilla se puso tan de moda, como el personaje. Como el grito de “cuñaoooo”, como la manera de hablar del “modosito” o el “¡no siento las piernas!”. Frases y caras que entran y salen de nuestras vidas al ritmo vertiginoso que nos marca ese monstruo de LCD o plasma. Manuel Reyes murió en Barbate, en una especie de casucha rodeada de basura, sin agua y sin luz. Y sin televisión.

Twitter@JLBethencourt