micrófono abierto >

Con la venia > Óscar Herrera

No me gusta escribir sobre mi, pero en función de comentarios de amigos y enemigos, voy a hacerlo por primera y última vez. Me cuestionan el porqué de mis ácidos comentarios sobre el Tenerife en general y algunos personajes públicos blanquiazules en particular. No hace falta que diga, pero lo hago, que mi crítica va en sentido futbolístico únicamente, a nivel personal nada tengo contra quien critico en ninguna ocasión.

Reconozco que con el paso del tiempo, las cosas se ven de otra manera. Además mi análisis no es inflexible. Es decir, cuando haya algo que alabar y ponderar lo haré, siguiendo mi habitual ecuanimidad. Algo que siempre he defendido y promulgado. Nada es malo por siempre y nadie es maravilloso de por vida. Juzgo y analizo los hechos según los veo. Y habría que estar ciego o ser parte interesada para no ver que en el Tenerife hace tiempo que se hacen pocas cosas bien. El fútbol es incontrolable y a veces la voluntad y las cosas bien hechas no se corresponden con resultados. Lo que no se debe perder es la coherencia y la capacidad para ser autocríticos.

Soy el mismo de siempre, con los mismos errores y las mismas virtudes. No soy rencoroso, ni ventajista, ni paso factura a nadie. Entre mis fallos no está el ser mala persona. Nada tengo contra Miguel Concepción, Pedro Cordero, Javier Armas, Antonio Calderón y compañía. Sólo intento ser lo más objetivo posible y no dejarme llevar por filias y fobias varias.

Hace años un entrenador del Club Deportivo Tenerife intentó “comprar” mi objetividad con una cena en un caro restaurante y filtraciones sobre alineaciones: en cuanto vi sus intenciones me desmarqué rápidamente. Y ni siquiera trabajar para el canal de televisión del presidente durante tres años, me privó de censurar en dicho canal actuaciones suyas o del propio club.

Por eso quiero aclarar, por última vez, que cada opinión, crítica y valoración que hago, positiva o negativa, va siempre con mi sello. Sin influencias, ni prescripciones, ni tan siquiera con ánimo de atacar a nadie.

Como dice la canción de Alaska: “…no soy de nadie, no tengo dueño… yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré”.