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Donde habita la esperanza

Centro de rehabilitación psicosocial y residencial de Villa Flora, en Breña Baja. La “normalidad” no es más que un concepto muy amplio que puede adaptarse a todos. | ACFI PRESS

EUGENIA PAIZ | Santa Cruz de La Palma

Cuando una enfermedad mental “debuta” en la vida de cualquier ser humano, sea cual sea su condición social, su edad o su perfil profesional, todo cambia y no solo en la vida del individuo, que tiene, más tarde o más temprano, que encarar una dura batalla consigo mismo, sino en la familia, entre los amigos de toda la vida y en un horizonte mucho más amplio y complejo: el entorno social, reacio por naturaleza a tolerar lo distinto, cebado de tabús y miedos atávicos aún en pleno siglo XXI.

Algunas estadísticas vinculan, cada vez con mayor frecuencia, la aparición de determinadas enfermedades mentales con el ritmo frenético que impone la sociedad, con el consumo de drogas ligados a factores biológicos y psicológicos que pueden revelarse como estrés, ansiedad o depresión, pero también en trastornos mucho más graves y temidos, como la esquizofrenia, habitualmente acompañada de alucinaciones, delirios, miedos inexplicables desde la “cordura” del entorno o estados depresivos que desgraciadamente están acompañados de un terrible aislamiento social.


Red asistencial

Muchos de los enfermos mentales de La Palma, en cualquiera de los casos y a distinto nivel de integración, pueden llegar a conseguir lo que los expertos en psicología terapéutica denominan “una vida normalizada”, pero no si una red asistencial cohesionada y perfectamente coordinada.

La visita de DIARIO DE AVISOS al centro de rehabilitación psicosocial y residencial de Villa Flora, en Breña Baja, nos ha demostrado que la “normalidad” no es más que un concepto muy amplio que puede adaptarse a todos.

Mary Paz Magdalena, gerente de la Asociación de Enfermos Mentales y sus Familias en la isla de La Palma (AFEM), constituida en 1998, explica que “una de cada cuatro personas, también en La Palma, presentará una enfermedad mental a lo largo de su vida. Diagnosticados o no, junto a estas personas también se encuentran sus familiares y allegados. Todos soportan día a día el estigma y la discriminación asociados a la enfermedad mental que llega a tal punto que incluso desalienta a las personas a reconocer que tienen este problema, a solicitar ayuda y a seguir un tratamiento. Esta realidad hace que el papel de las asociaciones sea crucial para atender a los afectados, atención que incluye la defensa de sus derechos”.

Las más de 40 personas que hacen uso a diario del centro de Villa Flora, en Breña Baja, como otras tantas que hacen uso de los servicios de otro de similares características en Los Pedregales, en Los Llanos de Aridane, y en el marco de la compleja pero coordinada red de servicios sociales, asistenciales y sanitarios dependientes de administraciones como el Cabildo, el Servicio Canario de Salud, el departamento de Salud Mental del Hospital General y hasta de los ayuntamientos palmeros, son, por encima de su enfermedad mental, seres humanos con expectativas de futuro, conocedores en muchos casos de sus limitaciones o en ese proceso; con ilusiones, con retos por alcanzar y sobre todo y por encima de todo, personas que han cruzado la línea vital que permite el milagro de la empatía por el dolor de los demás.

Recursos

Lo que antes en el conjunto de la isla de La Palma se limitaba a una asistencia psiquiátrica a través de la Unidad de Salud Mental, es hoy la duplicidad de ese recurso en el centro de salud de Los Llanos de Aridane y otro en el Hospital General de La Palma, donde también se encuentra la Unidad de Internamiento Breve (UIB). Más allá de esa asistencia sanitaria, el Plan Insular de Rehabilitación Psicosocial y el Plan de Atención Socio-Sanitario de Discapacidad han permitido la implantación de los dispositivos de rehabilitación como Villaflora y Los Pedregales, donde equipos multidisciplinares reconocen “un antes y un después en la concepción de la enfermedad mental después de la convivencia con los usuarios”, dan respuesta a las necesidades de rehabilitación de decenas de personas con distintas enfermedades mentales, para conseguir su incorporación, en algunos casos al mercado laboral, otras al propio entorno familiar y social más cercano y otras de alojamiento y “cuando no hay ningún otro remedio”. Un piso tutelado para aquellas personas con enfermedad mental que tiene habilidades para la convivencia y la necesidad de una vida más independiente completan junto a las 13 plazas tuteladas, la red.


Problemas diferentes

Pese a los recursos que existen, la gerente de Asociación de Enfermos Mentales y sus Familias hace especial hincapié en el hecho de que “un número incipiente de casos no cuenta con recursos para su atención, ya que los problemas que afectan a estas personas son significativamente diferentes a los de otras discapacidades”. Así, detalla que “el consumo de sustancias tóxicas, el rechazo a un diagnóstico y tratamiento, la huida hacia una atención fuera de la isla en búsqueda de privacidad, y un largo etc., hace que las familias se vean desbordadas y sean ellas mismas las que demanden atención por un desgaste físico y psíquico que, en muchos de los casos, podría ser atenuado con una previsión de sus necesidades”. Y es que, los problemas de salud mental en su intangibilidad, corren el riesgo de no ser comprendidos. Asegura Mary Paz, que “atender no es sinónimo de entender”. Por ello, hace 13 años se creó AFEM para “luchar diariamente por mejorar la imagen social de estas patologías”, porque “sin esa meta no se mejora la calidad de vida de las familias”.

La buena noticia es que personas como Ana, Nur, Leli, Patri, Angélica, Marco, Maribel o Natalia, en cada uno de sus ámbitos de competencia, desde la educación social, hasta la dirección y coordinación de los centros, pasando por el desarrollo de talleres y por la atención auxiliar a personas con enfermedad mental, están firmemente comprometidos con su labor. Son algunos de los miembros de un equipo que reclama, desde la cercanía y el conocimiento de las dificultades que afrontan los enfermos, mayor tolerancia y comprensión social.

Vida “normal”

Todos y cada uno de los enfermos mentales a los que DIARIO DE AVISOS se ha acercado para la elaboración de este reportaje han tenido una vida considerada “normal”, con un trabajo retribuido, algunos con estudios universitarios, poseedores de un reconocimiento social que, más allá de la convivencia con su enfermedad, es hoy uno de sus grandes handicaps. Que sean respetados, reconocidos y tenidos en cuenta como parte de la sociedad, es la batalla continua de AFEM-La Palma y del equipo de psicólogos, monitores, animadores y educadores sociales dependientes del Cabildo y del Servicio Canario de Salud.

Hasta hace relativamente poco tiempo, la enfermedad mental era sinónimo de internamiento en una psiquiátrico, donde no se ofrecía más que asilo y custodia.

Los enfermos de La Palma integrados en la Red de Rehabilitación pueden trabajar en prácticas para los ayuntamientos, se forman en tareas administrativas, jardinería, mantenimiento y programas de ocio.

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Generalizar, un tremendo error

El director del equipo de Rehabilitación Psicosocial del Cabildo, Marco Romano, explica que “aunque la rehabilitación se inició relativamente hace poco tiempo, podemos decir que se han conseguido avances muy importantes, no sólo por el desarrollo de los recursos, sino también en la actitud de las personas, de las familias y de las entidades implicadas en el proceso de rehabilitación”. Generalizar es, en el terreno de la enfermedad mental, un tremendo error. Cada uno de los enfermos tiene sus propias inquietudes, sus propios retos y unas necesidades distintas. Es algo que Marco reitera, mientras recuerda que “aquí cada usuario asume sus tareas, sus responsabilidades, respeta a los demás”. Es lo que figura en “un compromiso terapéutico” que cada uno de los usuarios firma para tomar parte en la vida de un centro donde no hay puertas cerradas, donde los usuarios se mueven con absoluta libertad, dueños de sus vidas pero respaldados para continuar adelante en la complicada tarea de la superación personal.

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