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Edivigis Pérez > Luis Ortega

Me resulta difícil relacionar a esta amiga con una actividad cultural única -en este caso con la pintura que aún cuelga en la biblioteca de la sociedad La Investigadora- porque pertenece a una generación y a un estilo de insulares que, “a falta de todo”, organizaron y mantuvieron, con vocación, sacrificio y mínimos medios acciones de todo tipo que, con extraordinaria dignidad, cubrieron un vacío social y mantuvieron el prurito estético que históricamente calificó a La Palma. Ella está, por méritos propios, entre los factores de los ocios imprescindibles que la gente, en cualquier circunstancia, demanda. Pero tocaba, desde hacía cierto tiempo, hablar con sorpresa y satisfacción de una plástica que, con ambiciosa exigencia y una versatilidad notable, aborda todos los géneros y dedica su trabajo al lugar donde nació y descubrió los primeros paisajes, los rostros familiares y amistosos, los usos conocidos que entraron y entran en su biografía; desde los trabajos cotidianos de la casa y la huerta aneja, a las diversas y complejas tareas de una sociedad enfrascada -¡qué remedio!- en el milagro diario de la subsistencia, talleres y empaquetados con operarios mixtos, que eliminados por la uniformidad económica que nos invade ya están el campo del recuerdo, en las páginas de la etnografía. Eduvigis Pérez Tejera fue una entusiasta protagonista del teatro independiente que, con muchas trabas y méritos, organizaban los alumnos del único Instituto de Bachillerato de La Palma y participó también, como cantante, en las galas musicales que la generosa e inolvidable María Lola Felipe organizaba a favor de personas y familias, cuyas necesidades inmediatas no satisfacían las instituciones. Conocidas esas cualidades, nuestra amiga nos sorprendió con una atractiva exposición, avalada por su calidad estricta y por un meritorio currículo donde figuran su licenciatura en Filosofía y Letras por La Laguna, el ejercicio docente en distintos centros de Tenerife y el perfeccionamiento técnico en los talleres de destacados maestros. A costa de investigación, humildad y constancia, se ha ganado un puesto en la pintura canaria, merced al encanto de sus retratos infantiles, compuestos con osadía y gracia, a sus táctiles bodegones de humildes frutillas y a las estampas campesinas que, casi con el perfume proustiano, nos remiten a épocas pasadas irremisiblemente, que acaso no fueron mejores, pero si absolutamente hermosas. En ese sentido, Eduvigis hace un notable servicio a la memoria y al buen gusto.