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El Gobierno gobierna > Fernando Fernández

El Gobierno gobierna y a veces se equivoca, pero para eso le hemos dado una mayoría absoluta, para que tome las decisiones que crea más convenientes y nos saque del fondo del hoyo en el que nos encontramos. Aunque deba tomar medidas dolorosas y, en algunos casos, impopulares. No le hemos elegido para que adopte decisiones solo convenientes para mejorar su imagen en la opinión pública, que le ayuden a ganar las próximas elecciones y perpetuarse en el poder. Para eso ya hemos tenido bastante y sabemos bien para qué nos ha servido tener un gobierno con paridad de sexos, con miembros y miembras y con ministras embarazadas pasando revista a las tropas. Un gobierno que no tenga temor a quemarse si fuera necesario, si con ello cree que mejorará la angustiosa situación que padece la sociedad española. A mi admirado y tan frecuentemente citado Winston Churchill lo designaron primer ministro para ganar la guerra; al tomar posesión en su primer discurso ante la Cámara de los Comunes prometió a los ingleses sangre, sudor y lágrimas; y una vez que sus tropas habían alcanzado la victoria sobre la barbarie nazi, los ciudadanos británicos fueron a las urnas para enviarlo a la oposición, primero, y a su retiro de la vida pública a continuación. Eso es lo que esperamos del gobierno de Rajoy. Tiene gracia que su primera medida, tomada un 30 de diciembre con lo que algunos llamaron “el impuestazo”, haya sido acogida por los españoles con una aprobación ampliamente mayoritaria, según los datos sociológicos conocidos; y que haya sido la izquierda la que haya puesto el grito en el cielo. Es verdad, yo no pude imaginar que una subida de impuestos sería la primera medida a tomar por Rajoy, pero menos imaginable ha sido ver a los socialistas protestar por ello de la forma en que lo han hecho. Debe ser que aún no han rebobinado su discurso, aquel que le hizo decir una vez a ZP que bajar impuestos era progresista. En ese mismo 30 de diciembre, el Gobierno tomó otras medidas que llevaban años esperando una decisión siempre aplazado por la parálisis de un gobierno que dejó de ejercer desde mucho tiempo antes. Me refiero a la elección de un lugar para la construcción de un almacén de residuos nucleares, indecisión que nos cuesta una pasta, 60.000 euros diarios que pagamos a Francia por prestarnos sus basureros nucleares. O la aprobación de la llamada Ley Sinde para poner orden en la piratería de los cibernautas, que la propia doña, otra miembra al fin y al cabo, fue incapaz de hacer aprobar por su propio gobierno. Por no citar otras decisiones que me extenderían mas allá de los 3.000 caracteres que admite esta dominical columna. Cuando hace unas semanas publique aquí un análisis del nuevo gobierno, ya dije que no se confundieran y que el rey del mambo, el que llevaría la dirección de nuestra política económica sería Cristóbal Montoro y no Luis de Guindos el deseado (por algunos que poco o nada conocen a Rajoy), para el que se reservarían otras tareas. Ahora, entre ambos y si es posible sin contradizcarse, deben impulsar y aprobar antes de que acaben los cien días de gracia que no han tenido, la reforma laboral, la del sistema financiero y los presupuestos generales para 2012, con las necesarias normas de acompañamiento que establezcan, por ley, el techo de gasto y el equilibrio fiscal para las administraciones autonómicas regionales y locales. Aunque por el momento el numero de españoles sin empleo siga creciendo durante algunos meses.
Ya vendrán tiempos mejores.