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Fragancia póstuma > Luis Alemany

Y qué hiciste del meyba de Palomares? / ¿Y la triste Ley de Prensa en qué paró? / ¿Y el turismo que trajiste a nuestros mares? / ¿Y qué fue del lúgubre artículo dos? / Y pensar que la calle iba a ser tuya, / y vestías de azul con convicción, / y perdiste una bala en Montejurra, / y hoy acatas firme la Constitución. / ¿A qué viene, dime entonces, tu postura? / ¿En qué ruta tú talante varió? / ¿Fue Camino de Damasco o caradura / este cambio radical? ¡Vaya por Dios! / Y pensar que secuestrabas Cuadernos, / y había más Turismo que Información. / Sin embargo, en estos tiempos modernos constituyes la leal oposición.

A quienes tengan menos de medio siglo de edad, posiblemente les costará reconocer en los anteriores versos (que uno escribió hace años) la parodia del bolero Y…, original de Mario de Jesús Báez, a cuyo esquema métrico se remite, y que uno ha publicado periodísticamente en diversas ocasiones, en alusión sarcástica al versátil político gallego recientemente fallecido; y mucho más les costaría comprender las alusiones a una compleja trayectoria política, indiscutiblemente sumisa al sanguinario dictador del que fue fiel sicario, otorgándole la obligada aquiescencia ministerial en el Consejo que condenó a muerte a Julián Grimau en 1963; de tal manera que las alusiones que aquí se hacen a algunos de los avatares de su andadura política forman parte ya de una larga memoria histórica de muy irregulares matices, progresivamente desdibujados, cuando no incursos en el olvido, para las nuevas generaciones.

Indiscutiblemente su actuación estelar la constituyó el célebre baño en la playa de Palomares, también el año 1963, acompañado del embajador en España de Estados Unidos y de algunos funcionarios y periodistas, para desmentir los rumores de contaminación radioactiva de sus aguas, tras hundirse accidentalmente en ellas un bombardero atómico: ese mismo año (al parecer fue intenso en su curriculum) respondió acre, grosera y despectivamente a una respetuosa carta que le habían enviado cien intelectuales españoles -encabezada por Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso: nada sospechosos de “rojos”- para preguntarle (en su calidad de ministro de Información) si era cierto -como afirmaban ciertos rumores- que se les había infligido bestiales torturas policiales a los mineros asturianos en huelga.

Es bueno que los muertos entierren a sus muertos: sic transit.