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La meca de la cocina palmera

Chano Yanes, propietario del restaurante Chipi-Chipi, asegura que nunca ha sabido lo que es un crédito. | DAVID SANZ

DAVID SANZ | Santa Cruz de La Palma

El Chipi-Chipi es algo más que un restaurante. Es un punto de referencia gastronómico no sólo para quienes viven en La Palma, sino también para muchos que visitan la Isla Bonita pues se ha convertido en una cita obligatoria. Al frente de este negocio familiar, que ya cuenta con más de medio siglo de vida, se encuentra Domiciano o Chano Yanes.

La historia de este restaurante comienza con una pequeña venta que los padres de Chano tenían en Velhoco. “Allí dábamos de comer a la gente dentro de la casa”. En un viaje a Tenerife, “papá y mamá vieron los fogones de Corina, en Tacoronte, y pensaron que este sistema de braseros podía funcionar en La Palma”. Los pusieron en marcha y empezó a llegar mucha gente.

Esto propició las quejas de los restaurantes de la zona, ya que entonces el Chipi-Chipi solo tenía licencia como ultramarinos. “Hasta que una noche llegó el brigada de la Guardia Civil y le dijo a mi padre que los domingos y festivos tenía que cerrar”. Donde hoy se encuentra el bar del restaurante, la familia estaba preparando esa habitación para montar una tabaquería, oficio al que se dedicaba entonces Chano.

Una enigmática escultura de Luis Morera, a la entrada del restaurante Chipi-Chipi. | DAVID SANZ

Nueva imagen

Cambiaron de planes y allí, a principios de los sesenta del siglo pasado, “montamos la barra, hicimos las costoneras y por ahí empezamos hasta la fecha”. Así, poco a poco, aumentaron el espacio del restaurante. Luego llegó la transformación radical de imagen que experimentó el Chipi-Chipi de la mano del artista Luis Morera. “Yo pensaba arreglar el salón, con un patio canario, pero después pensamos que mejor sería el restaurante. Luis Morera empezó por los baños, luego el salón, etc. Estuvimos unos ocho meses cerrados, sin trabajar, pero yo quedé muy contento”.

Yanes indicó que la reforma se llevó a cabo cuando llegó “el primer avión de turismo a La Palma”. Recuerda que el cantante de Taburiente fue a protestar al aeropuerto contra la llegada de turismo masivo a la Isla, cuando había sido el artífice de la reforma del Chipi-Chipi que se preparaba para afrontar los nuevos tiempos que florecían a finales de los ochenta, eso sí, con la misma filosofía. “Cuando reabrimos mantuve los mismos precios que cuando el restaurante estaba de madera y picón”, recuerda.

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Nada a crédito

El secreto del éxito del Chipi-Chipi es tan misterioso como la fórmula de la Coca Cola. Quizá tenga que ver con esa honestidad con la que habla Chano Yanes de su negocio, en el que asegura que “para mí todo el mundo es igual”. Esto le ha permitido mantener una clientela fija, “de gente que durante cincuenta años ha estado viniendo a comer aquí; eso es de agradecer”. Además, dirige esta empresa familiar de una forma que hoy en día sería casi impensable para cualquier emprendedor. “Nunca he tenido nada a crédito.

Empecé de cero e invertíamos si hacíamos dinero. Esto me ha permitido dormir tranquilo y, hasta el día de hoy, no sé lo que es una letra y, hasta ahora, gracias a Dios, no nos ha ido mal”. Desde luego que la comida es fundamental para este éxito. “Siempre hemos partido de la brasa, con la carne de cerdo y el pollo, también el conejo, y, últimamente, hemos agregado el chuletón de buey”.

Además de la sopa de picadillo y las garbanzas de primer plato, junto con los chicharrones y el queso asado, forman la carta que a diario repasan de memoria el buen servicio de camareros que atiende el Chipi-Chipi. Un nombre que, según recuerda Yanes, se lo puso al negocio una parranda que iba recorriendo los distintos guachinches de la zona. Por último, cabe destacar su faceta altruista, ya que siempre ha sido voluntario de protección civil. De su mano, como delegado, llegó a la isla de La Palma AEA, entidad de la que hoy en día es responsable provincial.

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