Nombre y apellido > Luis Ortega

Pastora Izquierdo > Luis Ortega

Junto a Ana María González (que tuvo un debut reciente y radiante con el mar del gozo y los juegos), Julio Padrón (metido en una actividad febril e ilusionada en los últimos años), Toba (Cristóbal Garrido, de vuelta de certámenes nacionales de primera línea) y Miguel González (sin quizás, el máximo referente de la acuarela actual en Canarias), Pastora Izquierdo vuelve de un tiempo de silencio y lo hace con la técnica del pastel y con un argumento arriesgado que salva con encomiable eficacia. Cinco pinceles, título de la muestra colectiva abierta en el Círculo de Amistad XII de Enero que, desde las vísperas navideñas, llegara a la Epifanía, y fue presentada por el crítico Joaquín Castro San Luis que apuntó, con precisión y sensibilidad, las características de estos cinco pintores, unido en un empeño variado y grato. Ahí están las estampas de una pasión descubridora que Ana María resume en el zoco de Marrakech, una visión viajera que trasciende los sentidos, a partir de situaciones y personajes que, por su expresividad gestual, dejan el tipismo en segundo plano; destacó también el cabal y voluntarioso ejercicio que mi viejo amigo Julio Padrón hace con los estados de la luz sobre distintos encuadres, todos valientes, que tocan ocasos playeros y mediodías urbanos; Cristóbal Garrido – Toba – cuyo virtuosismo técnico pone a la orden de creaciones de contemporaneidad ciertamente originales, realidades comunes como propuesta de otro camino en pos de la belleza (el arte nunca fue otra cosa); Miguel González, que nos lleva de sorpresa en sorpresa y, a su modo, con un dibujo portentoso y una paleta inagotable, nos enfrenta a momentos estelares de la historia, como en la joven campesina sobre un burro, que parece arrancado de las mejores páginas de la hermosa y exigente pintura regional de la España del XIX. Por último, Pastora Izquierdo retorna a un oficio que domina con unos pasteles que, unidos por un argumento etnográfico, vinculado a su interés y curiosidad por nuestras tradiciones, constituye una auténtica galería de caracteres, con tanto verismo y fuerza, con tanto crédito y piel que hubieran funcionado en cualquier ambiente y con cualquier atrezzo. Recordamos aguadas brillantes de esta artista, cartones de impecable academicismo y, a la vez osadías cromáticas, que sin rehuir las dificultades, las despeja con las aún vigentes reglas de las teorías de los colores, de las que se ocuparon, con más acierto, filósofos y pensadores -Goethe y Spengler, por ejemplo- que críticos de arte. Es una buena noticia su vuelta.