mirada sobre áfrica > Juan Carlos Acosta

Petróleo, por ejemplo > Juan Carlos Acosta

El escenario que se despliega actualmente para Canarias en relación al eventual hallazgo de petróleo en nuestras aguas evidencia aun más, si cabe, la ambigüedad política internacional y nacional en la que nos hallamos. Con el fin de despejar ese limbo, nuestras autoridades locales deberían movilizar, de una parte, todos los recursos a su alcance para definir las oportunidades, identificar las contradicciones y encarar de la mejor manera posible el futuro de las Islas en función de su pertenencia al estado español, previo condicionamiento de la misma a la gestión del encaje legítimo de su soberanía territorial frente a países terceros, y, de otra, recular para potenciar de nuevo un cuerpo diplomático propio de exteriores que nos permita estar a la altura de las circunstancias previsibles respecto a nuestro entorno geográfico más inmediato en los años venideros.
Lejos de empantanarnos con las dificultades que se aproximan, resulta cuando menos oportuno que las consecuencias de la ubicación del Archipiélago, muy cerca de las costas africanas, comiencen a poner sobre la mesa este tipo de acontecimientos inaplazables, dado el contencioso delicado que se vislumbra frente a nuestro vecino Marruecos y a la triangulación de las negociaciones de nuestros intereses vía Madrid, tal y como ocurre con los viajes engorrosos que deben realizar por Barajas nuestros emprendedores para desplazarse por avión al continente de aquí al lado mismo con el fin de internacionalizar sus actividades.
Es hora de preguntarse si el Ejecutivo Autónomo de turno está en disposición de despejar el camino para afrontar los retos de esta nueva época, porque podría decirse que nunca Canarias estuvo en una tesitura histórica tan relevante como la presente, en atención a sus envidiables posibilidades de un porvenir que debe ser marcado de forma solvente en un contexto de grandes movimientos económicos y sociales que afectan a las hasta ahora invisibles comunidades del sur del mundo, paradójicamente las más ricas en recursos naturales, demografía y, al fin y al cabo, en capacidad de consumo y expectativas de desarrollo. Es necesario, por tanto, a estas alturas evaluar consecuentemente si nuestros ciudadanos, instituciones, organismos, empresas y opinión pública son conscientes y están mentalizados de que es factible revertir lo que hasta la fecha ha sido barruntado como adversidades, en cualquier caso, pocas veces argumentadas convenientemente, en ventajas netas de nuestro progreso como Autonomía para rentabilizar así una senda muy prometedora, sobre todo en estos momentos de crisis no solo financiera internacional, sino también de valores humanos, que colocan a Occidente en un tablero harto difícil para los próximos decenios.
Más que nunca debemos recapitular y plantearnos cuál es la mejor fórmula de dotarnos de un propio estatuto español, europeo y, por qué no, africano, sin prejuicios y proporcionado en atención a nuestras especificidades. Es hora de poner en pie todas las cuestiones que nos inquietan, sin sombras ni hipotecas para futuras generaciones o miedos sobrevenidos por unas condiciones pretéritas de sumisión a unas reglas que, de modo alguno, deben ser inamovibles, porque se abre un nuevo milenio en el que el planeta se regionaliza a pasos agigantados y en el que las Islas deben aceptar y hacer valer su verdaderas coordenadas y razón de ser.