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Rajoy abrió ayer su agenda de política exterior al entrevistarse con Sarkozy, después de que éste recibiera el Toisón de Oro, la más alta condecoración que concede la Corona, por su probada colaboración con el Reino de España. Gracias a ella, nuestro país tiene hoy un puesto en el Grupo de los 20 países industrializados y emergentes más importantes del mundo y ETA ha perdido capacidad operativa. Ni Mitterrand, ni Chirac, ni, mucho menos, el engolado Giscard d’Estaing ayudaron a España de manera decisiva en la lucha contra la banda terrorista, que siempre ha visto el territorio francés como un santuario para su camuflaje. Esos dirigentes chantajearon a España hasta límites inauditos y en ocasiones cambiaron la colaboración antiterrorista por armas de guerra (carros AMX-30 y aviones Mirage, principalmente), lo cual dio lugar a unas malas relaciones políticas -de las que son reflejo las desmedidas exigencias agrarias para nuestra incorporación al Mercado Común- que sólo han cambiado los últimos años. El actual presidente ha jugado con mejor disposición, mostrándose como un verdadero amigo de España, sin por ello renunciar a la defensa de los intereses de su país, ni al afán de influir en nuestras autoridades para que se alineen con París en algunos asuntos de especial interés para la francofonía. Así que la alianza hispano-francesa interesa a las dos partes, muy unidas además por inversiones extranjeras recíprocas, exportaciones destacadas y por el común deseo de abordar conjuntamente algunos problemas europeos. El único punto de desencuentro, aunque cada vez menor, es precisamente Marruecos, país en el que París ejerce una enorme influencia y es capaz de vendernos -recuérdese el episodio de Perejil, donde se alineó abiertamente con Rabat- para salvar sus utilidades. En cuanto al Sahara, los dos gobiernos están más cerca de las tesis autonómicas marroquíes que de las autodeterministas del Polisario. La visita de Rajoy a Rabat, primera de carácter oficial al extranjero, prevista para mañana, trata de superar los problemas de este contencioso, así como los diferendos sobre Ceuta y Melilla. En los demás asuntos -inmigración, comercio, colaboración antiterrorista, inversiones españolas-, salvo las posturas divergentes sobre exportaciones agrarias de Rabat y la explotación del banco pesquero que controla el Reino alauita, el interés común es la nota prioritaria, por encima de cualquier contencioso. A Canarias le va mucho en estas relaciones bilaterales, que pueden mejorar si se confirman las expectativas que ha insinuado el Gobierno islamista, cuyo primer ministro y el titular de Exteriores se han proclamado amigos de España.