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Reivindicar la Política, con mayúscula, es hoy un deber cívico, una obligación de los ciudadanos que nos sentimos concernidos por el presente y por nuestro futuro. Vivimos el tiempo más complejo desde la Transición. Pasados los días del dinero fácil para disparar con pólvora ajena, ahora toca afrontar una crisis de triple dimensión. Tres décadas después de la restauración de la democracia y de la Monarquía parlamentaria, de la manera cómo resolvamos la actual situación dependerá nuestra convivencia y nuestro bienestar para otras tres décadas. Medio siglo para saber si la España del futuro será como la hemos conocido hasta ahora, apenas nada en la historia de una nación. Desde la Transición, ningún gobierno ha tenido que enfrentar una situación como esta, con tantos frentes abiertos. La crisis económica es solo la más visible, pero cuando escribí de nuestro deterioro democrático hace 2 años y de la herencia de un septenio, en septiembre pasado, mencioné que nos enfrentamos a una crisis de la organización territorial del Estado y a una crisis de valores, que gravitan sobre la primera y son una potencial causa de una inestabilidad institucional muy perturbadora. No es necesario recordar a Aristóteles ni a Tocqueville. La calidad de nuestra democracia está algo deteriorada. Lo dijo el sabio griego y lo repitió con cruel brillantez Jean François Revel. El cáncer de la corrupción corroe a las democracias. Y en esas estamos.

El golpe de estado del 23 de febrero fue el primer embate sufrido por nuestra entonces recién nacida democracia, en buena medida superado gracias a S. M. El Rey. Tres décadas después, los españoles, especialmente los más jóvenes, han dado por amortizado aquel episodio de nuestra historia reciente. Ahora, en su tradicional discurso de Nochebuena y en la inauguración de la X Legislatura, ante las Cortes Generales, Don Juan Carlos ha sabido estar de nuevo en su sitio y el largo y cálido aplauso de los diputados y senadores a su llegada al Palacio del Congreso así lo prueba. Creo que los menos jóvenes de ellos han entendido el mensaje y espero que actúen en consecuencia. Los unos y los otros, a ambos lados del arco parlamentario; por eso me parece tan necesario que los socialistas acierten a sanar pronto sus cicatrices. Superaremos la actual crisis económica y algún día se verá aliviada la insoportable cifra de cinco millones de españoles sin trabajo. Pero nos acecha la amenaza secesionista en el País Vasco y, a más largo plazo, en Cataluña. Si ese riesgo no logra ser conjurado, la Monarquía no sobrevivirá. Así está la España del presente y estos son los problemas que hereda el nuevo Gobierno. Quien no lo vea no es capaz de ver mas allá de su miópico campo visual. El Rey, como en aquella noche triste del 23F, ha vuelto a pronunciar un discurso cuyo buen tino será mejor valorado cuando tengamos una cierta perspectiva histórica. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí pero así no podemos seguir, so pena de que el conductor pare el motor de la guagua y nos diga que hemos llegado al final del trayecto. Haría bien el Presidente Rivero en no andarse con juegos florales y amagos dialécticos, como aquello de que Canarias puede llegar a convertirse en un problema de estado. Ese no es el camino porque no está el horno para bollos. Debería dedicarse a gobernar lo mejor que sepa y pueda y en la actuales circunstancias el buen gobierno no es otro que administrar la escasez con el mayor acierto posible.