la columna >

Positivos y también muy poco buenos > Manuel Iglesias

El balance que ha realizado el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, sobre los datos del 2011, están inmersos en una paradoja, la de que, por un lado, son positivos, pero por otro no son buenos, que los términos no son lo mismo.

La positividad se halla en el dato de que el Producto Interior Bruto, crecerá un 1 por ciento en 2011, algo superior a la media nacional, pero no es bueno porque sigue el aumento en las cifras del desempleo. Mejor es un 1 por ciento del PIB que nada, es cierto, pero no es suficiente. Los expertos suelen apuntar que la creación de empleo se da con crecimientos por encima del 2’5 por ciento y en Canarias estamos aún lejos de esos números, por lo cual la alegría hay que ponerla en relativo.

Asimismo, tampoco podemos ignorar que la visión que ha presentado Paulino Rivero se basa en un hecho comparativo. Es decir, que está bien, porque otros se encuentran peor, en la media del 0,6 por ciento, pero ya dice el refrán que mal de muchos es consuelo de tontos y por tanto no cabe el sentir tanto alivio de la pena salvo que nos situemos en tal ramo humano.

Hay otro aspecto de la intervención de Rivero que genera titulares, pero que es repetitivo, el del desequilibrio financiero que tiene el Archipiélago, que el Ejecutivo autonómico cifra en 600 millones, por lo cual el presidente va a plantear a Mariano Rajoy la revisión del sistema de financiación de la comunidades autónomas, ya que mientras la media de asignación per capita nacional es de 2.012 euros, el Archipiélago está recibiendo sólo 1.697, con una diferencia de 315 euros por habitante.

Pero no va a ser fácil que quien está por encima de la media acepte recibir menos para que nosotros mejoremos. veremos cómo acaba, porque llevamos varios años con ese asunto y sin avanzar.

En otro aspecto del engarce de la política local y nacional, quienes fueron a la Delegación del Gobierno en Las Palmas al encuentro público entre el nuevo ministro del PP, José Manuel Soria, y el presidente nacionalista canario, Paulino Rivero, como si acudieran al reñidero de una pelea de gallos, para ver una sangrienta confrontación, quedaron defraudados, puesto que ambos mostraron una cordialidad institucional muy de agradecer, aunque también marcaron las distancias en su manera de pensar, especialmente Soria, quien remarcó su intención de reforzar la autoridad del centralismo madrileño en la Administración de las Islas.

En cuanto a la reivindicación del centralismo para dirigirnos, si eso es bueno o es malo para los canarios aún está por ver. Quién sabe si por esa cuestión llegarán los espolonazos que tanto echaron en falta los espectadores en Gran Canaria, que acudieron en gran número para ver si tenían la oportunidad de palmear la espalda del ministro y quizás susurrarle “¿y qué hay de lo mío?”.