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Preguntas (sin respuestas) a un secretario general > Alfonso González Jerez

Fuera de sus equipos de campaña y de sus respectivas hinchadas, la sensación generalizada, después de los discursetes, manifiestos y artículos de las últimas semanas, es que las diferencias de las propuestas políticas, programáticas y organizativas entre los aspirantes a la Secretaría General del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón, son aproximadamente mínimas. A medida que pasan los días que restan hasta el XXXVIII Congreso Federal se acentúa, en cambio, la moderada exaltación de las cualidades personales de Pérez Rubalcaba y Chacón como mejor garantía de sus respectivas ofertas. Se ofrecen a sí mismos como garantes de un partido unido, batallador y abierto a la renovación bajo un liderazgo capaz, verosímil, energizante. Desde luego, en virtud de una de las normas reglamentarias más estúpidas del PSOE, la ponencia marco es independiente (por así decirlo) del programa del candidato a la Secretaría General: una disociación poco comprensible en un partido en el que el secretario general manda mucho, pero mucho, personal o delegadamente. Pero ha resultado tan esperable como desolador que, después de la derrota electoral más apabullante desde la II República, expulsado democráticamente de casi todas las comunidades autonómicas y con su poder municipal fuertemente erosionado, la competencia entre Rubalcaba y Chacón se esté saldando con tanta pobreza estratégica, conceptual e ideológica. Este profundo conservadurismo está directamente relacionado, desde luego, con la condición de ambos de egregios miembros del aparato de dirección del partido, en el que se encuentra instalados desde hace mucho tiempo; en el caso de Pérez Rubalcaba, nada menos, desde finales de los años ochenta, cuando existían apenas ordenadores personales y Gabinete Caligari cantaba al calor del amor en un bar; en el caso de Chacón, fue secretaria de la ejecutiva nacional del PSC desde 2000, antes de cumplir treinta años, y forma parte de la dirección federal del PSOE desde el XXXV Congreso, cuando Rodríguez Zapatero fue elevado a los altares gracias, entre otros apoyos, al de los socialistas catalanes. El mismo conservadurismo de una dirección oligarquizada impidió un debate público entre Rubalcaba y Chacón, pero es muy probable que, en el mismo momento en el que el secretario de Organización, Marcelino Iglesias, comunicó la negativa, los equipos de los candidatos suspiraran aliviados.

Y no es tan difícil. Las respuestas no son fáciles, pero las preguntas para diagnosticar lo que necesita el PSOE y lo que podrían ofrecer Rubalcaba y Chacón son relativamente sencillas. Por ejemplo, las siguientes:

1. ¿Cuáles son los valores de la socialdemocracia y por qué es necesario un partido socialdemócrata? No se trata de echarle la culpa de la crisis económica al PP -esta barrabasada se la he escuchado a ambos candidatos- o demonizar a la derecha por el hecho de serlo. Es imprescindible tener claro un conjunto de valores políticos que no se reduzcan a una retórica miserable ni adopte formas semirreligiosas ni practique una hueca y chirriante superioridad moral. Un conjunto de valores lo suficientemente sólidos y atractivos para estimular simpatías y consensos y lo suficientemente realistas para que no sean desmentidos nada más comenzar a firmar en el Boletín Oficial del Estado. Un punto de partida podría ser esta reflexión del profesor Félix Ovejero: “Las conductas que rigen el funcionamiento del mercado (no intervenido) son poco propicias para el cultivo de las disposiciones cívicas necesarias para el buen funcionamiento de una democracia fuerte, y para la consolidación de los principios de reciprocidad, necesarios para el buen funcionamiento de políticas de redistribución que aseguren una igualdad de oportunidades”. El capitalismo -o los mercados si se quiere ser pudibundo- ha demostrado una extraordinaria creatividad, pero no es precisamente proclive a la solidaridad social ni intergeneracional. Lo de los valores puede parecer un asunto baladí, pero no lo es, porque si busca una refundación el proyecto socialdemócrata tiene que emprender con urgencia una batalla cultural e ideológica frente a la deslegitimación feroz de cualquier opción reformista o cualquier intervención del Estado que se está practicando por tierra, mar y aire bajo la falacia liberal (no sé cómo esta gente ha usurpado el nombre del liberalismo) que Jesús Montana ha caracterizado muy bien: “(los liberales) acusan al Estado según su realidad, pero defienden al Mercado según su idealidad”.

2. ¿Cuáles son las causas reales del hundimiento electoral del PSOE en España y en las Comunidades Autónomas y las razones de la osificación del partido? Produce una vergüenza indescriptible escuchar a estas alturas -y se ha tenido que escuchar- que el problema ha consistido en no saber comunicar las propuestas o en una crisis económica que ha descargado como un granizo endemoniado procedente de Nueva Inglaterra. Sin un diagnóstico coherente y solvente, que no ahuyente las responsabilidades propias, nadie va a creerse lo de un nuevo PSOE: ni siquiera los militantes más lúcidos ni los que pudieran serlo en el futuro. El patriotismo de partido -como cualquier patriotismo- resulta invariablemente una maliciosa estratagema para eludir responsabilidades y aplastar la crítica.

3.¿En qué se equivocó Rodríguez Zapatero a la hora de afrontar la crisis? Cabe exigir, al menos, tres respuestas. Como mínimo. Y aclarar aquí si el cambio de orientación económica del Gobierno socialista en mayo de 2010 fue inevitable o pudo haberse evitado. Suscribir la primera opción es incompatible con aseverar que es posible una “salida socialdemócrata” a la recesión económica que está causando un sufrimiento social escalofriante, devastando el tejido empresarial y laboral del país y cercenando, en el altar del sacrificio del déficit público, su recuperación futura.

4.¿Cuál debe ser el papel del Estado y de la intervención de los poderes públicos en la economía durante esta recesión y una vez que se haya superado? No estaría mal aquí una reflexión sobre las limitaciones de actuar públicamente sobre los gastos sin considerar los ingresos fiscales en un entramado tributario que hace recaer el mayor esfuerzo relativo (ahora y siempre) a los trabajadores por cuenta ajena, a los autónomos y a las pequeñas empresas.

5.¿Es necesario o no reformar la organización territorial del Estado (incluyendo su modelo de financiación) y cerrar de una vez el edificio político-institucional de España? ¿Cuáles son las propuestas del PSOE y su nuevo secretario general?

6.¿Y las reformas del Estado de Bienestar? ¿Qué cambios deben impulsarse para garantizar su sostenibilidad y su eventual expansión? ¿Cómo compatibilizar los compromisos económicos, fiscales y presupuestarios con la UE y el mantenimiento de políticas sociales y asistenciales eficaces y eficientes? Se agradecería mucho la concreción en este asunto.

7.¿Qué se propone explícitamente para sacar a la organización del PSOE de su postración? ¿Qué significa abrir el partido a la sociedad y por qué ahora mismo está cerrado? En realidad, ¿las primarias y su regulación son tan estructuralmente importantes? ¿En las primarias no queda desactivado el papel y debilitada la influencia de las organizaciones locales y los cuadros del partido? ¿Cómo compatibilizar el trabajo político con la vida cotidiana?

Hay otras preguntas, claro. Pero la mayoría están en estas.