LA ÚLTIMA (COLUMNA) >

Radicales libres > Jorge Bethencourt

Los nuestros no existen. Pero si existieran, en cuanto llegan al poder, dejan de ser los nuestros. No sé quien dijo esa frase, pero es estupenda. El poder sólo se entiende a sí mismo y se aleja, por definición, de lo que no le es útil. Siento más afinidad por las redes sociales que por el BOE. Aunque unas y otro pretendan cambiar mi mundo. En las redes hay jóvenes rebeldes, indignados, radicales, que se piensan en posesión de las verdades absolutas en todos los asuntos. Sé, por supuesto, que están equivocados. Y que son extremistas. Pero al menos creen lo que piensan con la fe del carbonero. Cuando navego un poco aguas arriba, hacia donde está la experiencia, el poder y la política, sólo encuentro el hastío de quien se sabe las reglas del juego que juega.

La gente joven es solidaria. Instintivamente. Se compromete con la independencia del pueblo saharaui (aunque estén en contra de la autodeterminación de Euskalerria) o con la dación en pago, para que esos bancos que reparten asquerosos dividendos dejen de quedarse con nuestras viviendas (aunque sea cargarse la seguridad jurídica de los contratos) o con cualquier causa emocional, aunque su información esté nutrida de esa colección de medias verdades y manipulaciones que ofrecen los grandes medios informativos (propiedades de grupos financieros que, como los bancos, se reparten cada año escatológicos beneficios). Creen apasionadamente lo que defienden, que es mucho más de lo que se puede decir de la colección de calzonazos, tiralevitas y paniaguados que han sido distinguidos por los partidos políticos con alguna responsabilidad.

Hay una sociedad mejor que está llamando a las puertas. Detrás de sus actitud no está el bagaje del rojerío que fuimos, sino una amalgama ecléctica de creencias donde está la preocupación por una sociedad más justa, un planeta menos contaminado y un mundo sin fronteras que internet les ha puesto al alcance de las manos. Crecerán y se darán cuenta de que muchas de esas banderas son utopías imposibles. Pero no sé por qué me da que va a ser mejor gente de lo que hemos sido nosotros. En este país hubo una generación que fue capaz de hacer el milagro de cambiar sin olvidar. Puso nuestro presente (que era su futuro) por encima del suyo. Y hay una nueva generación, destartalada por el paro y la crisis, que no hereda ni sus complejos ni los nuestros. Nosotros sólo somos una generación terrible que no ha hecho nada más que estropearlo casi todo. Lo bueno es que, dentro de no mucho, nos iremos.

Twitter@JLBethencourt