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Reforma laboral > Randolph Revoredo

Ya se comienza a escuchar en los mentideros oficiosos el derrotero que va tomando la reforma del mercado laboral y lo que se escucha no suena nada halagüeño. Se oye decir cosas que no suenan a más que pequeños cambios marginales; días aquí, convenios más allá.

Creemos que el Gobierno de Rajoy, si está pensando así, no tiene conciencia de la que se está jugando (y la que no está haciendo jugar).

Si la reforma laboral termina en naderías prácticamente perderán toda credibilidad así como las esperanzas puestas por quienes le proporcionaron una mayoría absoluta sin parangón en la democracia.

Se perderá toda una legislatura. Dará razones a los indignados y los Tea Party: el mundo necesita un reseteo. Porque solo probará que el “quítate tú para ponerme yo” del poder continúa desvergonzado así como la fama del político ciego, cortoplacista, moralmente corrupto y ultimadamente suicida.

Es que debe quedar claro: no se puede entrar con medias tintas. España no será la misma de antes más nunca. Ya no hay tiempo para ir pasito a pasito y contentar a todos.

En Italia se ha tenido que imponer un gobierno tecnocrático (y no elegido por el pueblo) por la incompetencia de los políticos que allí habitan.

Ya ni siquiera son “los mercados” los que exigen un cambio profundo, es la propia Unión Europea (UE), esa UE que ha proporcionado fondos ingentes y permitió un nivel de vida que desafió las leyes de la gravedad durante par de décadas en la “periferia europea”, esa UE que permitió a Canarias rentabilizar con sus fondos cada euro que había en los presupuestos autonómicos durante varias legislaturas e hizo innecesario y excesivo el endeudamiento para financiar el aparato público.

Italia, Grecia y Portugal tienen serios problemas para implementar una agenda dura de reformas y recortes. Cada vez es más probable que no se consiga gran cosa; en ese contexto España no puede darse el lujo de ser “otro país más del sur cuyos grupos de interés (que no son solo sindicatos) son incapaces de renunciar a privilegios” porque es echar gasolina al fuego.

Hay que ponerle el cascabel al gato, y le toca a usted, señor Rajoy. Libere la energía represada en la sociedad y por una vez, y sin que sirva de precedente, beneficie a un colectivo concreto: no a los sindicatos, no al empresario establecido que quiere leyes que le protejan de la competencia, si no al emprendedor.

Al final todos terminan viviendo de éste de una forma u otra.

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