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Sobre Fraga > Alfonso González Jerez

El calor era criminalmente asfixiante en el verano de La Habana. El calor era lo único que parecía vivo y hasta los pájaros habían callado. Pero en el interior de la pequeña mansión de Miramar, rodeada de un coqueto jardín, la temperatura permanecía maravillosamente fresca. El aparato del aire condicionado, una reliquia de los años sesenta, funcionaba emitiendo de vez en cuando un suspiro de cansancio altivo. Frente a mí se sentaba, atento y exquisito, guayabera nívea y manos pecosas, un alto dirigente del régimen cubano. Ochenta años muy bien cumplidos. Cada plato parecía iluminado por su sonrisa, una sonrisa que parecía tan natural como el olor de la guayaba. Desfilaban el congrí y el bistec de cerdo para preparar la aparición prodigiosa de una ensalada de langosta. El dirigente -con rango de ministro desde hace lustros- apenas picoteaba la comida. Hablaba de la democracia. Cada país está en el derecho y en el deber de adaptar el ideal democrático a sus necesidades y aspiraciones. Mimetizar un modelo de democracia suponía abocarse a un fracaso político. En Cuba por supuesto que existía democracia. Una democracia cubana. Una democracia en la que todo el mundo podía comer y disfrutaba de salud y educación gratuitas y esos jóvenes, en fin, esos jóvenes debatían, protestaban, ejercían la crítica bajo la paternal vigilancia de la Revolución. Hablaba de la Revolución como si estuviera a punto de llegar, colgar la chaqueta y atacar la langosta. Después habló de sus relaciones con los políticos españoles. Los conocía a todos. Se detuvo con especial afecto en don Manuel Fraga Iribarne.

-A Fraga le dolió mucho su última derrota electoral en Galicia. Bueno, derrota no, porque ganó las elecciones, pero no consiguió mayoría absoluta. ¿Y sabe por qué? Porque los emigrantes gallegos le votaron al PSOE. Fraga ganó en Galicia, pero perdió en América. Ya ve usted. Unos pocos miles de votos y el hombre que gana las elecciones no puede gobernar. ¿Eso es democracia, amigo?

-La democracia no solo consiste en ganar las elecciones.

-Aaah, ya lo sabemos. Nosotros las ganamos pero sabemos que eso no es lo más importante. Y Fraga lo entendía. Fraga era muy conservador, pero entendía el fenómeno histórico que representa la Revolución Cubana, como creo que lo entendió Franco, es una opinión personal, claro.

-Claro.

–¿Usted sabe? Los procesos históricos están por encima de muchas pendejadas. Exagerando un poco, no me cuesta imaginar a Fraga con cuarenta años y uniforme verde olivo.

Miré a través de la ventana. El jardín lo custodiaba un moreno de dos metros apoyado en un árbol y con un revólver en la sobaquera.

— A mí tampoco-dije.