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Spanair deja de volar y da ‘alas’ al paro > Carmelo Rivero

Spanair deja de volar. Este viernes 27-E deja un reguero de parados en plena etapa sombría de la economía del país, que no acaba de ver la luz y ya da por descontado que la oscuridad va para rato. La quiebra de la aerolínea es un mazazo para las islas, en nuestro Talón de Aquiles, el transporte aéreo.

No dudo que su hueco, una vez se superen las primeras horas de shock de los miles de pasajeros que se quedaron en tierra o se vieron en la tesitura de hacerlo sin equipaje –esa incongruencia ‘sobrevoló’ los minutos de incertidumbre mientras los directivos permanecían reunidos en un hotel de Barcelona en consejo de administración liquidando la empresa- , será cubierto por Iberia, Air Europa, Ryanair … Pero a Canarias la aíslan estas cosas, estos pésames empresariales.

Necesitábamos más plazas y frecuencias por razones de movilidad doméstica y turística. No es una noticia que deje indiferente al archipiélago. Ni mucho menos. La crisis del 11-S, hace diez años, que tuvo un impacto feroz en los gigantes de la aviación, fue una enorme amenaza para las islas, que cada vez que hay una nube de cenizas en el cielo de Europa, una huelga de controladores o pilotos –como ahora mismo en Iberia-, o un estornudo sindical en un aeropuerto neurálgico emisor de viajeros, nos ponemos a temblar como si nos entrara una gripe repentina. Somos altamente sensibles al tráfico aéreo. Porque por ahí respiramos.

Nuestras autopistas están allá arriba, debemos tenerlo presente: si falla un transportista, sufrimos de inmediato un déficit en la oferta de vuelos, más aislamiento sobreañadido. Las islas, envueltas en sus debates fogosos, como ahora mismo la bonificación de las tasas aéreas, se acuestan un viernes negro en la estadística laboral con esta pésima noticia caída del cielo.

Desde el aparatoso accidente de agosto de 2008 en Barajas (vuelo 5022, la mayor catástrofe en España en un cuarto de siglo, la mayor de Europa en veinte años, 154 muertos en total, la mayoría paisanos nuestros, pues el avión despegó sin éxito con destino a Gran Canaria), Spanair se tambaleó, y esta autodisolución, asediada por las pérdidas que venía acumulando y la espantada del socio preferente qatarí tras el cierre del grifo de la Generalitat–acuciado por su ajuste y por la legislación europea sobre la libre competencia-, es una consecuencia retardada de aquella ‘caída en desgracia’.

Me resulta una noticia escandalosamente ilustrativa del devenir de la economía española en la frontera de dos años feos que se van a parecer demasiado, 2011 y 2012, si no se nos deteriora más si cabe este último por un efecto ‘dorian gray’ presumible, tal como nos lo ‘pintan’ los organismos internacionales. El paro. Spanair deja en la calle de golpe a cuatro mil trabajadores, engordando brutalmente las cifras dela EPAque ya elevaban a cinco millones trescientos mil desempleados el censo maldito de ‘manos sin obra’.