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El alcalde de la localidad de Huarmey, en Perú, ha advertido a los habitantes de su pueblo que el agua del grifo puede convertirles en homosexuales porque contiene altos niveles de estroncio. Según ha manifestado, “el estroncio reduce las hormonas masculinas” de los habitantes. Para que luego se quejen de que la de Santa Cruz lleva mucho flúor.

Huarmey, cuya existencia desconocía por completo hasta que lo busqué en el Google, es un pueblo costero cercano a una localidad de nombre sugerente: Mandinga.

De momento, esta población se ha hecho famosa por tener un alcalde bastante singular y porque el agua parece bajar con un gusto sospechoso. Los que la han probado aseguran que no sabe igual que la de Lima sino un poco más ácida, tirando a lima-limón, y recomiendan que si vas de vacaciones en compañía de tu mujer bebas agua embotellada por si la abandonas por algún peruano mandingo.

Ironías aparte, y aunque parezca mentira, ha tenido que salir el decano del Colegio de Farmacéuticos de Lima para desmontar esta esperpéntica tesis y aclarar que una alta cantidad de estroncio en el organismo puede provocar diferentes patologías pero nunca la homosexualidad.

José Benítez, que así se llama el lumbrera que ha hecho famosa la frase, es el líder del partido político Siempre Unidos, un nombre que, dado su poco respeto por la diferente orientación sexual de sus conciudadanos, debería cambiar por otro del tipo “Unidos a veces”.

Ya en 2010, el presidente de Bolivia, Evo Morales, dijo que comer pollo provocaba en los hombres calvicie y homosexualidad. Otro fenómeno. Y yo me pregunto, ¿qué les pasa a estos políticos populistas con la homosexualidad? ¿Por qué andan tan preocupados? ¿Qué temen? Yo no sé qué le dan de comer a los pollos en Bolivia ni que demonios le echan al agua en Perú pero hay una cosa que parece evidente: de alguna manera afecta al cerebro de sus líderes políticos.