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El amargo despertar de Yassine

Yassine, a los pocos días de salir del coma, en su habitación del Hospital Febles Campos de la capital. | DA

JOSÉ LUIS CÁMARA PINEDA | Santa Cruz de Tenerife

Con 17 años recién cumplidos, Yassine Alili decidió buscar un futuro mejor en esa ‘tierra de oportunidades’ llamada Europa. Como otros jóvenes marroquíes de su edad, abandonó su ciudad natal, Agadir, y se embarcó en una patera rumbo a las Islas Canarias. Atrás quedaban su madre, dos hermanos y el odio hacia un padre alcohólico que había convertido su vida en un infierno.

Era el año 2005, en los albores de la crisis migratoria que en sólo dos años trajo al Archipiélago a más de 50.000 inmigrantes africanos. Tras naufragar su barquilla junto a la costa grancanaria, Yassine fue detenido y puesto en manos de la Dirección General del Menor. Junto a medio centenar de chicos, fue derivado a en un centro de menores en Las Palmas, donde permaneció hasta cumplir la mayoría de edad. En el centro aprendió un oficio, jardinería, y logró el permiso de residencia temporal en nuestro país.

Con 19 años y junto a su primo, que también entró en el Archipiélago de manera irregular, se marchó a La Gomera en busca de trabajo.

Una empresa le contrató durante un tiempo, con la promesa de seguir contando con él si lograba el permiso y el documento de identidad necesario.

Cuando su residencia estaba a punto de caducar, Yassine conoció por internet a una joven tinerfeña. Las horas de conversación en la Red y las llamadas de teléfono unieron a los dos chicos, hasta el punto de que la adolescente convenció a Yassine de que viajase a Tenerife, donde la joven conocía a un abogado que prometió arreglarle los papeles al chico. Nada más lejos de la realidad. El letrado accedió a ayudar a Yassine, quien a cambio tuvo que pagar más de 200 euros.

Seis meses después, la documentación seguía sin llegar, sin que el abogado diera a Yassine una explicación convincente. Mientras, la empresa gomera en la que trabajaba no pudo esperar más y despidió al joven marroquí, que pocos días después fue detenido por la Policía Nacional en un control rutinario. En su ficha, y para sorpresa del propio chico, constaba un altercado en el centro de menores, una pelea con otro adolescente que había intentado robarle. En la Comisaría le retiraron el pasaporte y le abrieron un procedimiento de expulsión, que podía paralizarse si renovaba su permiso de residencia antes de tres meses. Algo que, desgraciadamente, no ocurriría.

Corría el mes de febrero de 2011. Su tía, que reside en Valencia desde hace años, recibió la llamada de un amigo de Yassine, quien la alertaba de que el joven había sufrido un accidente y se encontraba ingresado en el Hospital Universitario de Canarias (HUC), donde se debatía entre la vida y la muerte. Supuestamente, el chico se había caído desde la ventana del tercer piso en el que convivía con la adolescente que había conocido por internet. Estaba en coma. “La niña me dio versiones diferentes sobre lo ocurrido. Por eso, me fui a la Policía para que me explicaran. Allí me dijeron que, como era mayor de edad, no me podían dar información; sólo si tenía abogado me irían informando sobre la investigación”, relata Mahjouba.

Viuda, con dos hijos, y sin apenas recursos, su tía tuvo que recurrir a Cruz Roja para seguir en la Isla junto a su sobrino, que sufrió un fuerte traumatismo craneoencefálico y múltiples fracturas. Su situación era crítica, y los médicos eran poco optimistas.

Yassine, hace apenas un año. | DA

“La policía me dijo que esperaría a que despertara el chico para preguntarle”. “Yo no podía pagar un abogado, y cuando se lo dije al hombre que había estado haciendo los trámites de mi sobrino, me pidió 200 euros”, detalla Mahjouba, quien afirma que el letrado nunca llegó a presentar ningún papel de Yassine ante Extranjería.

A los cuatro meses, y con Yassine aún en coma, en el HUC decidieron trasladarlo al Hospital Febles Campos, donde todavía hoy sigue ingresado.

Su fortaleza, sin embargo, ha sorprendido a los médicos y enfermeros del centro, que celebraron de manera especial su despertar hace apenas dos semanas. Junto a su cama, además de a su tía, Yassine encontró a su madre, Khadouj, que llevaba cinco años sin ver a su hijo.

A punto de cumplir 24 años de edad, Yassine permanece encamado y con medio cuerpo paralizado.

Apenas habla y sólo puede ingerir líquidos. Está indocumentado y su futuro es incierto. Aun así, sigue agarrado a la vida y todavía espera cumplir su sueño de un futuro mejor en El Dorado europeo.