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Cabrera Santos > Luis Ortega

Si el tiempo y la autoridad lo permiten (permítase la reserva taurina) hoy, lunes de Carnaval, Los Indianos, llegados de todos los puntos de la geografía de la emigración ocuparán la capital y la convertirán por unas inolvidables horas en un espacio libre, mandado sólo por la alegría y la memoria, por la música cubana y por una atmósfera blanca de talco que lo maquilla anualmente. En esta edición estamos obligados por dos referencias importantes para una tradición que, pese a su relativa juventud, tiene un arraigo y una proyección envidiables; la primera es triste porque, en las frías vísperas, murió la tercera de los hermanos Cabrera Santos, Yolanda, que tuvo una decisiva intervención en el arranque del número más original de estas fiestas en La Palma y Canarias. Junto a sus hermanos, Manolo y Gonzalo, secretario que fue del ayuntamiento y un breve grupo de amigos, entre ellos los pintores de La Sabatina, nucleados en torno a Quico Concepción, y la aquiescencia del gran alcalde Gabriel Duque, arrancaron los desfiles del lunes que, tras su primera edición en los años sesenta del pasado siglo, no han necesitado convocatoria ni publicidad para juntar una multitud ávida de diversión sin reglas. La segunda, una buena noticia, responde al tesón del polifacético Luis Morera y a quienes, por sentido común, se sumaron a su causa: la supresión de las copiadas, manidas e insoportables batucadas -cualquier parecido con las brasileñas es mera utopía- que han uniformado y vulgarizado los carnavales en todas las Islas. Los Indianos comenzaron con parrandas que incluían en su repertorio sones, danzones, guarachas, congas, música popular de Cuba, cuya importación comenzó a caballo de los siglos XIX y XX -y desde entonces no ha parado- y, por una sabia decisión, vuelven a sus orígenes; es decir, podremos oír las canciones, e incluso cantar, y la mesura y el buen gusto perdidos darán pleno sentido a este número. Cuando el Decano llegue a las manos del lector, la víspera estará servida y esperamos y deseamos que el número, liberado de ataduras e influencias ordinarias, recupere sus esencias y los regresados con ternos de lino y sombreros panamá los barones y, con sugestivos trajes de puntilla y pamelas, las mujeres, con el blanco por el suelo y por el aire, los palmeros y los canarios en general disfruten de la sencillez de esta evocación que, pese a las recientes y espurias imitaciones, adquiere plena legitimidad donde nació y creció con ingenio y sin pretensiones, las dos claves de su éxito.