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Crisis y necesidad de alegrías > Luis Padilla

Tres victorias seguidas, aunque hayan llegado por la mínima y en una categoría como la Segunda División B, le han bastado a muchos aficionados del Tenerife para recuperar el optimismo. En tiempos difíciles, las alegrías son una necesidad. Y el fútbol es, en ocasiones, el mejor recurso para recibir una satisfacción.

LA NECESIDAD. Con Mariano Rajoy esforzándose en empeorar a su antecesor y en llevar a España a los seis millones de parados en tiempo récord, con los medios de comunicación bombardeándonos con malas noticias y con las perspectivas personales y/o laborales de muchos ciudadanos ahogándose en el inevitable pesimismo (o, desgraciadamente, en la cruda realidad), la recepción de alguna alegría, por pequeña que sea, no es una alternativa: es una necesidad. Para mucha gente, además, es una necesidad vital y urgente. En estas circunstancias, el deporte, con el fútbol a la cabeza, aparece como uno de los recursos más socorridos para obtener esas buenas noticias. O, cuando éstas no llegan, para confirmar las peores sensaciones. Y eso multiplica la importancia de algo que no deja de ser un simple juego y que, además, tiene un elevado componente de azar.

LA REALIDAD. Si nos limitamos a un análisis objetivo de la realidad, algo incompatible con la pasión futbolística, para la mayoría de los seguidores blanquiazules -que en el último cuarto de siglo han visto a su equipo la mitad del tiempo en Primera División y la otra mitad en la categoría de plata- no debería ser motivo de especial satisfacción que el Tenerife logre un agónico triunfo ante el Conquense, que supere en el último minuto al Albacete y que se imponga por un mísero 0-1 al Coruxo. La realidad, una vez más, se contradice con la lógica. Y los tres triunfos logrados en la era García Tébar se han vivido con un entusiasmo que no se corresponde con la situación real del equipo ni de la entidad. En medio de esta ola de euforia, es el propio entrenador quien ofrece más mesura. No desactiva el optimismo, es cierto, pero tampoco lo alimenta.

LA SENSATEZ. En un periodo en el que, dentro y fuera del fútbol, triunfan análisis extremistas, resulta complicado hacerse entender con argumentos. García Tébar lo intenta. Y lo hace desde una posición en la que podría utilizar la autoridad (el “soy el entrenador y aquí mando yo”) y mientras lucha contra los prejuicios que le acompañaron a su llegada. Tras apenas un mes en la Isla resulta un atrevimiento juzgar su labor, aunque sea obligado hacerlo: tengo menos dudas sobre sus conocimientos futbolísticos que acerca de su capacidad para manejar la presión cuando lleguen las derrotas o compromisos más trascendentales. En cualquier caso, admiro su capacidad para transmitir entusiasmo y para involucrar a la plantilla en lo que para él, pero no para la mayoría de los jugadores, es un reto colosal. Y le agradezco que nos haya dado una pequeña (pero imprescindible) alegría.