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¿De qué me disfrazo?

POR LEOCADIO J. MARTÍN BORGES *

Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos.

François de La Rochefoucauld

Las mascaritas bien pueden ser una forma de teatro amateur, que nos permite actuar como otros a un nivel superficial o algo más complejo, en donde navegamos por nuestro “lado oscuro”. Más que una tradición, como en Carnavales, el arte de disfrazarnos es algo íntimo, profundamente arraigado en nuestro historia.

¿Por qué nos caracterizamos de algo que no somos? Esta practica no solo parece atraernos personalmente, también nos atrae el desconcierto que nuestro disfraz produce en los demás.

John Suler, de la Universidad de Rider, ha investigado la naturaleza de la elección de los disfraces. En un divertido experimento propuso a sus estudiantes que eligieran disfraces para sus compañeros. En la mayoría de las ocasiones, optaban por ropas totalmente opuestas a la personalidad que expresaban sus compañeros. “Le dieron a una persona sosegada un traje exhibicionista y nada discreto”, comenta Suler. Una explicación para esto es la polaridad de nuestra personalidad. Tenemos un yo consciente que mostramos a todos en el día a día, y un lado oculto que puede ser totalmente opuesto. Así, si somos retraídos y tranquilos, un traje escandaloso es quizás la opción que nos vendría mejor. En el fondo el propósito de la mascarita no es otro que ser, durante un tiempo, alguien que no somos cotidianamente. Otra función de disfrazarse es imitar o burlarnos de un personaje o de unos principios determinados y expresar así nuestras opiniones. Si nos vestimos como alguien que admiramos u odiamos, mostramos a los demás cómo nos sentimos realmente acerca de esa persona en concreto.

En Carnavales veremos gente disfrazada de famosos o de políticos, con la intención de burla sobre estos personajes. Esto es algo bastante común en los adultos. Sin embargo, los niños suelen disfrazarse de superhéroes. Es curioso cómo los niños quieren parecerse a los adultos (aunque imaginarios), mientras los adultos parecen más querer contrarrestar sus frustraciones disfrazándose de personajes públicos.

Aristóteles atribuía el origen del arte del disfraz a la afinidad de los humanos para la imitación. Parece que los Carnavales, y los disfraces en general, permiten a la persona media introducir algo de expresión dramática a su vida cotidiana. Estas fiestas proporcionan la oportunidad de expresar aspectos de la personalidad que, de otra forma, permanecerían dormidos. Cuando asistimos a una obra de teatro o vemos una película, experimentamos realidades (o ficciones), distintas o distantes a la nuestra. Cuando nos disfrazamos, permitimos actuar a partes de nosotros mismos que, normalmente, mantenemos en privado. La pulsión de ser otro, que es una forma habitual de juego infantil, no nos abandona en la edad adulta y se manifiesta especialmente en los Carnavales en los que estamos inmersos estos días.

La elección de nuestros trajes no es aleatoria, incluso aunque pensemos lo contrario. Creemos que nuestras máscaras nos ocultan, pero esto no es totalmente cierto. Elegimos nuestros disfraces por el precio o la comodidad pero, por encima de todo, elegimos una fantasía que, de alguna forma, muestra algo de nuestro interior a los demás. Sally Foster, profesora de Psicología en California, propone explicaciones sobre lo que determinados disfraces dicen de nosotros:

Famosos
Disfrazarse de personajes de actualidad puede reflejar la intención de mostrar que estamos a la última, o bien que nos identificamos con determinados rasgos asociados a ellos como sensualidad, inteligencia, poder o corrupción.

Animales
Generalmente, los animales representan fuerza, instintos básicos u otros rasgos que pueden considerarse como salvajes. Algunos animales se asocian a determinados rasgos, como la sensualidad de los gatos. Estos disfraces pueden reflejar tanto aspectos ocultos de la persona, como aspectos reales de ella (lealtad, fuerza, etcétera).

Personajes sexys
Doncellas francesas, enfermeras calientes o prostitutas pueden representar una sexualidad reprimida, comenta Foster; o, por lo contrario, pueden manifestar expresiones saludables de alguien que no está en absoluto reprimido.

Inocentes
Hadas o princesas pueden representar la inocencia o belleza perdida, o el retorno a un tiempo más simple y seguro. 

Poderosos
Pueden ser una variante de los personajes malvados o una expresión mas benigna de una fantasía u omnipotencia. También pueden expresar un sentimiento de indefensión o inseguridad.

Personajes terroríficos
Los zombis, vampiros, esqueletos y otros monstruos muestran nuestra fascinación con lo macabro, lo grotesco. El temor a la muerte siempre ha conllevado, paradójicamente, una auténtica necesidad de satirizar sobre ella.

Personajes malvados
Los disfraces malvados permiten a las personas expresar creativamente su lado oscuro sin culpa. Algunas personas (de forma consciente o no) pueden utilizar estas mismas máscaras para mostrarse antipáticos.

Personajes de cómics
Este tipo de disfraces reflejan alegría y vuelta a la infancia. Se muestran como un deseo de dejar a un lado la cara seria y pasarlo bien.

¿De qué te has disfrazado este año? ¿Qué es lo que nos quieres decir?

*Psicólogo | www.leocadiomartin.com | @LeocadioMartin