por qué no me callo >

Dos barbas > Carmelo Rivero

“Fue, por lo tanto pasó”, dejó escrito la poeta polaca Wislawa Szymborska, en el último poema de su libro postrero, Aquí, y que ahora releo con la noticia de su muerte, que me cuesta trabajo creer, yo que la suponía -ya casi frisando los 90- eterna. Alejada del mundo, en su apartamento suburbial de Cracovia, junto a una copa de coñac, la entrañable disidente escribía como un oráculo, se burlaba del orden establecido y lanzaba destellos de sabia lucidez. En ese poema final, Metafísica, dejó caer las dos palabras, “fue, pasó”. Patxi López recitó en su discurso de investidura Nada dos veces, de Szymborska: “No es el mismo ningún día…” Y entonces te la imaginas sentada ante la ventana esperando a su propia transparencia. Con los versos más sencillos obtuvo el Nobel (1996). Yo sentía una extraña conexión con esta frágil muñeca longeva víctima de Hitler que vivía en su pequeño nido de pájaro como una anciana perdida en el mapa ajena a su celebridad. La leía repetidas veces y no pocas me reía con ella. Este verso es aplicable a Rubalcaba: “Por los sueños no se paga ni un céntimo”. Decía que “la vida en la tierra sale bastante barata”. No cuesta soñar, y al químico secretario general del PSOE acaso los sueños lo ayuden a dar con la fórmula para que el partido no muera desangrado entre alfredos y chacones. Mientras ella vivía, yo la recordaba cada vez que algo tímidamente íntimo hacía feliz a alguien a mi alrededor, y me decía que ese era el genuino efecto Szymborska. Ironías del destino describía en sus poemas desnudos. Ironías del destino, este congreso federal del partido que resucita de los funerales del 20N, elige el pasado para reinventar el futuro. Fue, pasó. Rubalcaba vuelve. Era un verso suelto del PSOE, que perdió las elecciones generales, en efecto, y, sin embargo, como decía Szymborska, todos seguimos siendo nuestro propio adolescente “por el mero hecho de que tenemos la misma fecha de nacimiento”. Y Rubalcaba ha ganado el congreso de la renovación amagando contra la Santa Sede y la contrarreforma, como un adolescente radical del 15M en la plaza de Tahrir. Ahora pacifica el patio, para que la sangre no llegue al río en otro Port Said. Europa está muerta de frío, pero el balón sigue rodando. Sobrevivimos como el euro. El viejo corredor, que ahora esprinta, juega con Rajoy este curioso partido de veteranos, que, inopinadamente, tienen en común llevarle la contraria a los asesores de imagen. “Tu cara, la mía, la de quién”, dice la poeta sobre rostros que se parecen. Quizá convenía a este tiempo dos personas, dos barbas, cortadas por la misma tijera, para timonearnos.