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El aparato se impuso a la mercadotecnia > Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

Al final, tras un apasionante doble recuento, se impusieron el aparato y el sufragio secreto. Por una veintena de votos, pero Rubalcaba ganó a Chacón, en contra de la mayoría de los pronósticos y del deseable cambio generacional en el PSOE. Ha ganado la política, lo seguro, frente a la inexperiencia y la pasión. Del mal, el menos: la veteranía y la serenidad contrastadas ante la mercadotecnia y la artificialidad. La didáctica frente a la sobreactuación. Griñán, el presidente andaluz, queda en una posición muy debilitada e incómoda, lo mismo que las federaciones socialistas de Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Madrid, las cuatro grandes del país, que casi en pleno apoyaron a la señora Chacón.

Ofrecidos en directo por el canal 24 Horas de TVE, seguí con mucho interés los discursos de los dos candidatos y, sinceramente, me pareció más riguroso, sólido y profundo el de Alfredo Pérez Rubalcaba, que al fin y al cabo aportó algunas ideas-aunque pocas- dignas de encomio sobre los grandes desafíos del país y del PSOE en la actual coyuntura. La intervención de Carme Chacón me recordó la particular forma de ver la política de la diputada catalana, a base de demagogia, tópicos, golpes de efecto, frases hechas y apelaciones al sentimentalismo y a las prácticas zapateriles. Mientras el exvicepresidente se mantuvo en un tono analítico y profesoral, solvente y experimentado, aunque con escasa altura intelectual, todo hay que decirlo, la señora Chacón aprovechó su segundo turno para echarle pasión y entusiasmo a su discurso, a base de modulaciones de voz, gritos, gestos, agitación, ilusión y los usos propios de quien no tiene mucho que decir y todo lo fía a la artificiosidad.

La campaña previa al 38 Congreso fue un toma y daca entre los dos candidatos, miembros ambos del comité federal socialista y del Consejo de Ministros y responsables por tanto de las fracasadas políticas de estos años en los que ningún dirigente socialista pudo o quiso parar a Zapatero en sus personalismos, improvisaciones y golpes de efecto que tanto daño han hecho al país y al propio PSOE. La batalla por la sucesión al frente del socialismo democrático español -el discurso de la señora Chacón más pareció un mitin electoral propio de una candidata a la Presidencia del Gobierno que a la secretaría general de un partido- no ha incluido un debate de ideas, sino un combate generacional, una confrontación de fulanismos: uno impulsivo basado en la juventud, con ganas de llegar y establecerse, y otro con un pasado orgánico y gestor que se remonta a Suresnes y al felipismo y que se quiere perpetuar, aunque sea interinamente, en busca de tiempos mejores y cambios difíciles.

No estoy seguro de que la señora Chacón, que se dice libre de ataduras después de que El País le acusara de defender intereses inconfesables, hubiera sido capaz de articular los cambios que el país y el partido necesitan y que pasan, de entrada, por un discurso único en toda España -el PSOE no puede seguir siendo una especie de confederación de partidos sin tutela sobre las federaciones, como defiende la candidata, ni tampoco una formación política esencialmente regionalista y particularista- y por la recuperación de las señas de identidad de la socialdemocracia, de modo que conecte mejor con la militancia y con las aspiraciones generales del país para, así, enhebrar un discurso creíble y alternativo al del Partido Popular.

El programa que aprobará hoy este congreso socialista marca ya unas líneas generales de actuación a las que habrá de plegarse el nuevo equipo dirigente, que entre otras cosas tendrá que revisar el Estado del Bienestar y, pese a los deseos de todos -también del PP- en sentido contrario, aceptar la inevitable llegada de algunos recortes, que ya inició el expresidente Zapatero, porque en otro caso no será sostenible ni siquiera la caja de la Seguridad Social, pese a su fondo de reserva. Los problemas son gravísimos y exigen cambios en el sector público, en el sistema fiscal, en el mundo laboral y financiero, y para todos ellos deberá procurar alternativas el PSOE, incluyendo el papel del Estado en la actual coyuntura y en las políticas activas de empleo, por citar dos de las cuestiones más candentes.

Ninguno de los dos candidatos, pero menos Carme Chacón, que ha seguido la línea general de actuación practicada por los dirigentes socialistas, ha realizado una autocrítica sobre las razones de la pérdida de 4,5 millones de votos en las pasadas elecciones, ni sobre algunas prácticas de ingeniería económica y social que seguramente provocaron, por una parte, el desencanto en los votantes más de izquierdas ante la falta de coherencia de las propuestas del PSOE sobre el modelo de sociedad que defiende, y por otra, la huida de algunos votantes de centro. Rubalcaba ha formulado, a mi juicio, mejores propuestas para la modificación de las estructuras internas del partido a fin de dinamizar y democratizar su funcionamiento. Frente al cambio urgente sin transición ni interinidades que propugna Chacón, Rubalcaba defiende un congreso extraordinario en el medio plazo para reflexionar y consolidar el proceso de cambio con más tranquilidad y mejores perspectivas.

El socialismo español necesita tomar posición ante los cambios sociales de este siglo, ante las preocupaciones que suscitan los nuevos problemas de empleo, culturales, tecnológicos, educativos, medioambientales, etc.; tantos retos deben obtener respuestas rigurosas, rápidas e imaginativas, no carencias estratégicas, pasividades ni acomodaciones que no hacen sino retrasar las demandas de los ciudadanos. Éstos a su vez exteriorizan sus decepciones y su pasotismo ante la falta de respuesta desde unos partidos políticos esclerotizados, desfasados -corruptos en algunos casos- y faltos de la imprescindible confianza de los electores ante algunos modos de hacer política. No sé si el PSOE que hoy se pone en pie, con la elección de la nueva ejecutiva federal, será capaz de afrontar estos retos cuando al fijar las primarias para la candidatura a futuro presidente del Gobierno -lo que dice mucho a favor de la democratización interna de este partido centenario-, deja ya abierta la puerta a eventuales luchas internas que con toda probabilidad se desatarán a menos que el nuevo secretario general acierte plenamente en los numerosos frentes que tiene abiertos.

La enorme pérdida de poder local, regional y nacional que ha sufrido el socialismo español, unido a las inevitables heridas que va a dejar este 38 congreso y a la necesidad que tiene el PSOE de pactar con el PP algunos asuntos nacionales, especialmente los referidos al futuro del Estado de las Autonomías y a la Unión Europea, constituyen un obstáculo añadido para el liderazgo del nuevo secretario general, que no dispondrá de mucha capacidad de maniobra para formular iniciativas en el terreno económico y social. Un liderazgo que en alguna medida también puede verse condicionado, si los resultados no le son favorables al PSOE, por las elecciones autonómicas de Andalucía y Asturias e incluso, en su proyección exterior, por el eventual triunfo de Sarkozy en las presidenciales francesas en detrimento del socialista Hollande. Paradójicamente, los dos candidatos reivindican ahora el zapaterismo cuando ambos se desmarcaron de él en la campaña electoral mientras su propio inspirador huye de todos y deja la política tras un llamamiento a la unidad. Si alguien cree a estas alturas que una vuelta atrás, un apaño para salir del paso y conquistar el poder socialista sirve para cerrar la crisis y la división del PSOE, se equivoca gravemente ante la travesía del desierto que aguarda a la vuelta de la esquina, más aún si se considera que prácticamente todos los dirigentes están quemados tras las elecciones generales y locales y los que no lo está n no quisieron poner en marcha una ‘tercera vía’, una alternativa que habría sido probablemente la mejor salida a la actual y triste coyuntura -la peor desde la transición política- en que está sumido el socialismo español, por el torcido rumbo que le imprimió Zapatero. Ojalá, por el bien del PSOE y de España, Rubalcaba y su equipo acierten en la apasionante tarea que les aguarda.